Jesús dijo a sus discípulos:«Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí.Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, el mundo los odia.Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más grande que su señor. Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a la de ustedes.Pero los tratarán así a causa de mi Nombre, porque no conocen al que me envió.»
RESONAR DE LA PALABRA
¡Aclama al Señor, tierra entera!
Nos acercamos a la celebración de la Ascensión del Señor y en ella a la escucha de su envío, “Id a todo el mundo…testigos hasta los confines…” y desde entonces puestos en marcha tratando de llegar a los Finisterre de este planeta. Pero los confines del mundo no son solamente de carácter geográfico (entonces bastante más difíciles de alcanzar que hoy). Admirables los miles de kilómetros recorridos por Pablo en su mayoría a pie. Hoy gracias a la técnica los rincones geográficos están prácticamente alcanzados con absoluta inmediatez, pero ¡Hay tantos confines humanos por alcanzar y tantas Macedonias a las que cruzar! para hacer un anuncio que debe transformar nuestro mundo, con unos valores “que no son de este mundo”.
El empeño misionero no es hacia la conquista de los kilómetros o al trazado de peregrinaciones ilustrativas por la geografía e iconografía de la fe. Hoy el empeño misionero se dirige a las urgencias que los medios nos ponen en cascada vertiginosa en nuestras pantallas dibujando el mapa de la “inhumanidad”. El fuego del Espíritu nos debe llevar a vivir como comunidad de testigos “en salida” para tocar las heridas sangrantes (que cada cual enumere la lista hasta donde se canse y ponga los puntos suspensivos que quiera). Pero no sólo tocar (en algunos escaparates pone aquello de: “no toque la mercancía si no la va a comprar”), para no pocos, los viajes de Pablo se han transformado en “turismo socio-solidario” y peregrinación “lúdico-deportiva”. El sentido misionero del envío de Jesús debe llevarnos a vivir la urgencia por la transformación de los valores que rigen “este mundo” por los del “Nuevo Reino”.
Si yo no estoy cambiando nada en los confines del mundo que estoy tocando debo cuestionarme mi sentido de discípulo y enviado, más aún debería alzar la vista y observar, no vaya a ser que me haya ido a un confín del mundo en el que sólo estoy yo y en el que no paro de hacer plegarias y dar cabezazos al muro de mis lamentaciones para ver si alguien viene a mejorar “esto”. A veces contemplamos la misión del mundo, pero desde fuera del mundo; eso más que testigos en salida nos hace “evanescentes”, “inconsistentes”, e “insignificantes” en esta realidad.
Que tengan buen día:
Pepe Lillo cmf.
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