miércoles, 3 de octubre de 2018

Meditación: Lucas 9, 57-62

Tú ve y anuncia el Reino de Dios.
Lucas 9, 60



Cuando Jesús nos dice “Sígueme”, casi podemos escuchar que también nos dice: “Deja atrás a todos los que se niegan a seguirme; abandona todo lo que sea un obstáculo y no mires atrás.” Esto parece ser un poco demasiado drástico, pero en realidad Jesús no vino a darnos una vida fácil, sino una vida recta; vino a librarnos de la esclavitud del pecado, a quitar el sentido de culpa por nuestro pasado y concedernos una nueva visión para un futuro glorioso.

Todas las promesas del Evangelio se hacen válidas cuando decidimos seguir a Cristo. En efecto, por esa sola decisión, ratificada una y otra vez, abrimos el corazón para recibir toda la gracia, el gozo y la esperanza del cielo. Un simple y sincero “Sí, Señor mío” nos abre a la vida de la libertad, en la cual Dios levanta el peso de la culpa, la incertidumbre o el desánimo que nos ha agobiado por mucho tiempo y nos comunica la seguridad inquebrantable de su amor.

Tenemos, por ejemplo, la vida de la Madre Teresa, que le dijo “sí” al Señor. Ese “sí” la llevó desde su natal Skopje (en territorio actual de Macedonia) a la escuela de un convento y luego a las calles de Calcuta, una vida nada fácil ni cómoda. Pero su carga era ligera porque sabía que Jesús estaba siempre con ella, al punto de que sus propios planes y sueños personales tuvieron que dar paso a los de Cristo. Dedicándose a cumplir la voluntad del Señor, experimentó un gozo inefable. La imagen que todos conocemos de la Madre Teresa es la de una mujer siempre sonriente, en cuyos ojos brillaba el amor de Dios.

Es cierto que seguir a Cristo significa optar por el camino angosto, y este no es un camino fácil, pero tampoco imposible, ni lleno solamente de sacrificio y desolación. Es cierto que a veces el sendero angosto nos atemoriza, pero Dios está con nosotros y con él todo es posible. Si avanzamos por ese camino, siempre encontraremos la gracia que necesitamos en el momento preciso y en la medida correcta. Jesús, por medio del Espíritu Santo, se preocupará de eso, porque él quiere que todos salgamos victoriosos. Hermano, ¿estás tú dispuesto a seguir a Cristo, aunque el camino sea difícil e implique algunos sacrificios o cambio de planes? Si lo haces, la recompensa será gloriosa.
“Sí, Señor y Dios mío, te seguiré hoy y todos los días de mi vida. Muéstrame tus caminos, Señor, y enséñame tus senderos. A partir de hoy no quiero seguir la guía de nadie sino la tuya.”
Job 9, 1-12. 14-16
Salmo 88(87), 10-15

fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

No hay comentarios:

Publicar un comentario