martes, 2 de octubre de 2018

Meditación: Mateo 18, 1-5. 10

Los Santos Ángeles Custodios
Sus ángeles, en el cielo,
ven continuamente el rostro de mi Padre,
que está en el cielo.
Mateo 18, 10

Hoy rendimos homenaje a nuestros ángeles custodios.

Algunos consideran que los ángeles de la guarda no son más que seres imaginarios, pero el Papa San Juan XXIII tenía otra opinión: “Nuestro Padre celestial ha encargado a sus ángeles auxiliarnos durante nuestra peregrinación terrenal... para que, protegidos por la ayuda y el cuidado de los ángeles, evitemos las trampas que haya por el camino, aprendamos a dominar las pasiones y... avancemos siempre por el camino recto y seguro que conduce al paraíso.”

¡Esto es fantástico! Dios te ama tanto, hermano, que te ha dado tu propio ángel para que te cuide, y así, día tras día, sea lo que sea que estés haciendo, tu ángel custodio está contigo, rezando contigo, comunicándote mensajes de esperanza y consolación, y exhortándote a no alejarte del Señor. ¡Es cierto! Incluso en tus momentos más oscuros o pecados más graves, tu ángel custodio nunca pierde la esperanza, y ¡tampoco debes perderla tú!

A veces nos quedamos fácilmente atrapados en las preocupaciones del día y se nos olvida que nos rodea el amor de Dios, pero nuestros ángeles de la guarda nos ayudan a recordar que él está siempre presente para nosotros y nos ofrece exactamente lo que necesitamos.

Así, pues, recordar las bendiciones que Dios te ha dado —como la de tu ángel de la guarda— te ayuda a tener más confianza en el Señor y no dudar de su amor cuando las cosas no resultan como tú quieres. Además, nos ayudan a todos a ser un poco más “como los niños” (Mateo 18, 3), es decir, confiar que Dios nos cuida, buscar su voluntad y darle gracias por su misericordia.

Esto es algo que puedes comprobar ahora mismo. Piensa en los varios meses transcurridos de este año y ve si puedes recordar algún momento específico en el que hayas sentido que Dios te ha ayudado en algo difícil. Procura recordar lo que sucedió y cómo sentiste la ayuda del Señor. Luego, deja que este recuerdo te haga convencerte de que tu Padre celestial se preocupa profundamente de ti, porque ¡lo hace!
“Te doy gracias, Padre amado, por darme un ángel custodio para que me cuide. Permite, Señor, que un día llegue yo a unirme a los ángeles para adorarte, alabarte y bendecirte en tu morada celestial.”
Job 3, 1-3. 11-17. 20-23
Salmo 88(87), 10-15

fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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