En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: "¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?".Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellosy dijo: "Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos.Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos.El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo.Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial."
RESONAR DE LA PALABRA
Queridos hermanos:
Celebramos hoy la fiesta del Santo Angel de la Guarda. Una fecha que nos recuerda cuando eramos niños, y en la cama, por la noches, rezabamos aquella tierna oración que decía: “Angel de la Guarda, dulce compañía, no nos desampares, ni de noche ni de día”. Cuando somos niños no nos preguntamos mucho por el porqué de las cosas, o si lo hacemos, lo hacemos más bien como un juego intelectual. Nos gusta el misterio y convivimos con él con naturalidad. Cuando crecemos intentamos desvelar los misterios, o menos intentamos hacerlos "razonables".
¿Porqué la fe cristiana habla de los Ángeles, como esos seres que nos acompañan personalmente, que nos protegen por los senderos de la vida?
Podríamos responder que son simplemente símbolos del amor providente de Dios, provenientes de un contexto cultural en el que se usaba este tipo de lenguaje figurativo para hablar de realidades misteriosas. Pero despachando la cuestión de esta manera no seríamos fieles a la fe de la Iglesia que quiere ser fiel a la Palabra de Dios.
El Catecismo de la Iglesia Catolica se sirve San Agustín para decirnos quienes son: "El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel" (Psal. 103, 1, 15). Con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Porque contemplan "constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos" (Mt 18, 10), son "agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra" (Sal 103, 20). Cfr. Catecismo Nº 329.
Los Angeles son un reflejo misterioso del rostro de Dios en nuestra realidad, y de hecho, cuando alguien de una manera especial nos muestra una conducta desinteresada, sana y alegre solemos decir que “es un angel”. Si somos lo suficientemente sensibles, seguro que tenemos experiencia de ese paso protector de Dios por nuestra vida, expresado a través de estos seres misteriosos y por supuesto a través de personas de carne y hueso que también son destellos de Dios para cada uno de nosotros.
CR
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