Evita el autoelogio. Tus obras deben hablar por sí mismas. Si nadie te reconoce debes saber que Dios sí lo reconoce. ¡Eso te basta!
Jesús decía que el Padre lo había enviado y que el Padre reconocía Sus obras, y que Él no hacía nada para agradar a las personas, sino simplemente para agradar al Padre.
Cuando un jugador de tiene su mirada en el balón y el otro en la hinchada, normalmente él yerra; pero cuando ese jugador tiene sus ojos en la pelota y en el arco, él va en dirección a la meta.
La hinchada favorable grita ¡gol! La hinchada contraria queda triste. No es posible agradar a todos, ¡basta con agradar a Dios!
Juan 5,31-47
p. Joãozinho scj
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