lunes, 15 de julio de 2019

COMPRENDIENDO LA PALABRA 150719


“El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí.” (Mt 10,37)

El Señor dirige estas palabras a los que están ardiendo de amor, o mejor dicho, a los que él quiere encender en este amor. Nuestro Señor no ha destruido sino que ha ordenado el amor debido a los padres, a la esposa, a los hijos. No ha dicho: “El que los ama...” sino “el que los ama más que a mí”... Ama a tu padre, pero ama más al Señor. Ama a los que te han engendrado, pero ama todavía más a aquel que te ha creado. Tus padres te han dado la vida, pero no te han creado, porque no sabían, al engendrarte, quien serías o qué llegarías a ser. Tus padres te han alimentado, pero no son el origen del pan que sacia tu hambre. En fin, tu padre tiene que morir para que tú puedas heredar sus bienes, pero tú participarás en la herencia de Dios viviendo con él por toda la eternidad.

Ama, pues, a tu padre, pero no más que a Dios, ama a tu madre, pero no más que a la Iglesia que te ha engendrado para la vida eterna. .. En efecto, si debemos gratitud a los que te han engendrado a una vida mortal ¿qué amor no deberás a los que te han engendrado para la vida eterna? Ama a tu esposa, ama a tus hijos según Dios, para llevarlos a servir a Dios contigo, y unidos a él, no temeréis la separación. Tu amor a tu familia sería muy imperfecto si no condujeras a sus miembros a Dios...

Toma la cruz y sigue al Señor. Tu Salvador en persona, Dios en la carne, revestido de carne, también mostró sus sentimientos humanos cuando dice: “Padre mío, si es posible que pase de mí esta copa de amargura” (Mt 26,39)... La naturaleza de siervo con que se ha revestido el Señor, se expresa en la voz del hombre, la voz de la carne. Ha tomado tu voz para expresar tu debilidad y para darte fuerzas... y mostrar cuál es la voluntad que hay que preferir.

San Agustín (354-430)
obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Sermón 344, 2-3

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