Jesús dijo a sus discípulos: «Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí. Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, el mundo los odia. Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más grande que su señor. Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a la de ustedes. Pero los tratarán así a causa de mi Nombre, porque no conocen al que me envió.»
RESONAR DE LA PALABRA
Fredy Cabrera, cmf.
¡Queridos compañeros y compañeras de camino!, saludos pascuales y fraternos.
Hemos de tener presente que el tiempo pascual es el tiempo de la madurez en la fe. El tiempo donde la Iglesia toma conciencia de su tarea y misión evangelizadora; sabiéndose no solamente heredera de lo que comenzó Jesús sino continuadora del proyecto de “vida digna” para todos: el Reino. Es una tarea que nos llama a una “misión permanente”, en todo lugar y circunstancia.
Al igual que San Pablo que va entusiasmando a otros como a Timoteo a vivir al estilo de los Apóstoles, proclamando y testimoniando que se puede vivir de otra manera. Y esa buena nueva del Reino, que Jesús definió con parábolas, se hizo realidad con la entrega total de su vida en favor de los más pobres y marginados. En este sentido, el Reino se puede visualizar en este mundo como el espacio en el que hombres y mujeres, renunciando a todo egoísmo, se deciden a vivir en el Amor.
Lamentablemente, a la par de este mundo basado en el Amor, crece también el anti-reino, definido bajo la categoría “mundo” en el evangelio de hoy, donde prevalece el pecado. Jesús advierte a sus discípulos que serán odiados y perseguidos por su causa. Todos aquellos que coherentemente, desde su fe, luchen para que no prevalezcan las injusticias y desigualdades, tendrán que estar preparados para vivir el mismo destino que su maestro.
En el horizonte de vida resucitada no se puede obviarse “la cruz”, como paso obligado, para vencer al mal. Si realmente queremos luchar contra la indiferencia, el individualismo, la ambición, el libertinaje y toda clase de egoísmo tendremos como destino “la persecución”. Y como dijo el beato Mons. Romero de El Salvador: La persecución es algo necesario en la Iglesia. ¿Saben por qué? Porque la verdad siempre es perseguida. Jesucristo lo dijo: «Si a mí me persiguieron, también os perseguirán a vosotros». Y por eso, cuando un día le preguntaron al Papa León XIII, aquella inteligencia maravillosa de principios de nuestro siglo, cuáles son las notas que distinguen a la Iglesia católica verdadera, el Papa dijo ya las cuatro conocidas: una, santa, católica y apostólica. «Agreguemos otras -les dice el Papa-, perseguida». No puede vivir la Iglesia que cumple con su deber sin ser perseguida (Homilía 29 de mayo de 1977, I-II p. 73).
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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