Jesús dijo a sus discípulos: «Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.»
RESONAR DE LA PALABRA
Fredy Cabrera, cmf.
¡Queridos compañeros y compañeras de camino!, saludos pascuales y fraternos.
Una de las lecciones de vida cristiana que olvidamos con frecuencia es la que nos dicta el Evangelio de hoy: “estar alegres y vivir plenamente felices”.
Muchos cristianos se pierden viviendo su fe desde el mero cumplimiento de lo que está mandado; preceptos y prohibiciones que poco o nada aportan a la realización personal y que conducen a marginar o rechazar a muchos. Se pierde la novedad del Evangelio que anunció Jesús. Podríamos preguntarnos: ¿acaso nuestras prácticas religiosas son espacios para crecer y madurar en el amor al prójimo? Si esto no es así, podríamos sentarnos en comunidad a discernir ¿qué podríamos hacer para cambiar o mejorar? Algo de estos cambios, en el proceso evangelizador de las primeras comunidades cristianas, nos presenta el libro de Hechos de los Apóstoles que leemos en estos días.
A raíz de la controversia provocada por los cristianos de tendencia judaizante que, apegados a la Ley de Moisés, pedían a los gentiles la circuncisión y el cumplimiento de todo lo contenido en la Ley. En respuesta a estas situaciones, guiados por el Espíritu y por el discernimiento comunitario, descubren que la única exigencia es la de vivir como Jesús, haciendo el bien. Concluyeron que para ser cristiano no se necesita cumplir numerosos requisitos, solamente una cosa es importante: tener el corazón abierto a Dios y al prójimo. En esto realmente podríamos jugarnos el título de “cristianos”. Porque la vida de un cristiano sólo puede ser entendida en la entrega y en el servicio humilde a los demás.
El mensaje de Jesús es para todos aquellos que, venciendo su egoísmo, entregan su vida sin esperar nada a cambio. He aquí el secreto de una vida plenamente feliz, que no vive de alegrías superfluas o individuales sino de aquellas que surgen en el amor compartido.
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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