“No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido.” (Juan 15, 16)
Hoy reflexionaremos sobre una decisión muy importante que Jesús ha tomado y el efecto que esta decisión ha tenido en nosotros: El hecho de que te ha escogido a ti.
Sí, Jesús te ha escogido a ti, especialmente y específicamente a ti, porque eres de gran valor para él y te ama (Isaías 43, 4). Tú le perteneces a él, tal como una esposa le pertenece a su marido o los hermanos se pertenecen el uno al otro en una familia.
El amor que Jesús tiene por ti no es algo estático; ¡es dinámico! Tanto así que lo llevó a crear el mundo y dártelo a ti como regalo. Su amor es lo que te hizo existir y lo movió a él para hacerse hombre para beneficio tuyo. Su amor le obligó a vivir como tú en todo menos en el pecado, y morir y resucitar para salvarte. ¡Lo hizo todo por ti!
¿Qué dice esto acerca de ti? ¡Mucho! En primer lugar, que has sido marcado por el amor divino, es decir, que el Señor te ha llenado con el mismo Espíritu Santo que resucitó a Cristo de entre los muertos. Y demuestra además que tú has sido escogido “a mano” por Dios Todopoderoso para que vayas y des mucho fruto y ese fruto permanezca (v. Juan 15, 16).
Mira a tu alrededor: Jesús te ha colocado en un campo de misión. Piensa en tu familia. El Señor quiere que les demuestres su amor a ellos cada día, en lo que dices, en lo que piensas y en lo que haces. Piensa también en tu trabajo, cualquiera sea tu labor cotidiana. Cristo te ha colocado allí para que cumpliendo tus obligaciones le des honor y gloria a él. Y en cuanto a tus vecinos, amigos, incluso extraños, ora por ellos y ofréceles ayuda cuando lo necesiten y observa los buenos frutos que se producirán para ellos y para ti mismo.
Por todas partes hay innumerables oportunidades para dar un fruto bueno y duradero. ¿Por qué? Porque tú y yo hemos sido escogidos, especialmente, “a mano” por el mismo Jesús y él nos ha dado su fuerza y su capacidad. ¿No te da esto un sentido de seguridad y de misión? Claro, todos hemos sido escogidos por el Señor y enviados al mundo a llevar su mensaje de amor, paz y perdón (v. Mateo 28, 19) y así contribuimos a la propagación del Reino de Dios en la tierra.
“Señor mío Jesucristo, gracias por amarme tanto. Ayúdame, Señor, a cumplir mis obligaciones en casa y en el trabajo y dar fruto para tu gloria.”Hechos 15, 22-31
Salmo 57(56), 8-10. 12
fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros
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