domingo, 3 de septiembre de 2017

COMPRENDIENDO LA PALABRA 030917

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia 
Sermón 96; PL 38, 584-586
“Tus pensamientos no son como los de Dios, sino como los de los hombres.” (Mt 16,23)

      Cuando el Señor compromete al hombre que le quiere seguir a renunciar a si mismo, nos encontramos difícil su exigencia y duro para entender. Pero si aquel que lo pide nos ayuda a cumplirlo, su mandato no es ni difícil ni costoso...Y esta otra palabra, salida de la boca del Señor, es igualmente verdadera: “Mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt 11,30). El amor, en efecto, suaviza lo que los preceptos pueden tener de costoso. Conocemos todas los prodigios que el amor es capaz de realizar...! ¿Por qué extrañarse de que aquel que ama a Cristo y lo quiere seguir, renuncie a si mismo para amarlo?...Porque si el hombre se pierde amándose a si mismo, sin duda, tiene que encontrarse al renunciar a si mismo...

      ¿Quién rehusaría seguir a Cristo hasta la vida eterna, hasta la paz suprema y la tranquilidad sin fin? Es bueno seguirle hasta allí; con todo, hay que conocer el camino que lleva hasta ahí... El camino parece cubierto de asperezas, te da en rostro, no quieres seguir a Cristo. ¡Ponte en camino! El camino que los hombres se han trazado son irregulares, pero han sido allanados cuando Cristo los anduvo volviendo al cielo. ¿Quién rehusará, pues, caminar hacia la gloria?

      A todo el mundo le gusta ensalzarse en gloria, pero la humildad es la dirección para llegar a ella. ¿Por qué levantas el pie más alto que tú mismo? ¿Quieres despeñarte en lugar de subir? Empieza por este paso, él te hara subir. Los dos discípulos que decían: “Señor, concédenos sentarnos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu gloria.” (Mc 10,37) no prestaban ninguna atención a este grado de humildad. Veían sólo la cumbre y no veían el camino. Pero el Señor les mostró el camino. ¿Qué es lo que les respondió ? “Podéis beber la copa de amargura que yo he de beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?” (Mc 10,38).  Vosotros, que queréis llegar a la fiesta de honores ¿podréis beber el cáliz de la humildad? Por esto, el Señor no se limitó a decir, de una manera generalizada: “que se niegue a si mismo y me siga”, sino que añadió: “que tome su cruz y me siga”.

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