Dios nos defiende en el combate contra las cosas que acechan nuestra familia.
los 150 Salmos son divididos en diversos tipos. Existen los salmos de alabanza, los de acción de gracias, los penitenciales y existen también los cánticos de Sión. Estos últimos, en especial, tienen una característica muy relevante: exaltan la santidad y la majestad de Dios.
El Salmo número 68 es uno de esos salmos, pues fue compuesto en un contexto de felicidad. El salmista es el Rey David que traía el Arca de la Alianza a Jerusalén, el danzaba y cantaba de alegría delante de Dios. David, en ese momento, tuvo tres comprensiones importantes: el demonio no permanece donde Dios manifiesta Su Gloria; donde El se manifiesta acontece, surge la alegría; y el Señor es Padre de los huérfanos y defensor de la viudas.
David estaba impactado por la comprensión de la soberanía de Dios, de que no hay enemigo, demonio o dificultad que consiga oponerse a la manifestación de la gloria y la autoridad del Señor. Cuando Dios se revela, el demonio huye y las adversidades de la vida no son nada delante de la Gloria del Señor.
Donde Dios está la alegría es inevitable! El Señor es la propia alegría, y aquellos que están en la presencia de Él son contagiados por ella. La gloria de él nos renueva, nos da la capacidad de sonreir aún delante de las dificultades. Quien entrega su vida a Dios puede llorar, pero la alegría se renueva, pues Él es la fuente de la verdadera alegría.
Los huérfanos eran personas desamparadas y, cuando miramos las escrituras, notamos que los huérfanos y las viudas estaban entre esas personas más necesitadas de la sociedad, sin nadie que los mirase. Dios, mientras tanto, siempre tiene un mirar especial para aquellos que necesitan de Su providencia, de Su gracia! El es justo y ama a los desamparados.
Nuestra casa, nuestra familia debe ser un lugar de adoración a Dios, donde El puede manifestarse, donde podamos vivenciar Su alegría y la providencia!
Campamento "¡¿Quién como Dios?!
Canción Nueva - Setiembre 2017
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