Dios busca verdaderos adoradores.
Ser adorador es algo que exige tanta fidelidad, tanta dedicación, tanta consagración que, lamentablemente, acaban siendo pocos los adoradores y menos aún los verdaderos adoradores.
“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me consagró por la unción, me envió a llevar la buena nueva a los humildes, a curar los corazones doloridos, anuncia la redención a los cautivos y a los prisioneros la libertad” (Isaías 61,1)
El Espíritu del Señor reposa sobre nosotros para hacer lo mismo que el Espíritu Santo hizo allá en los comienzos de la creación, donde todo era un caos; al reposar allí, él trajo calma, paz y belleza. Donde había muerte, reinó la vida. La creación surgió de allí.
Muchas veces somos ese caos y vivimos en ese caos, porque somos criaturas humanas hechas de barro. Nosotros no somos todavía imagen y semejanza de Dios. Todos nosotros estamos siendo hechos a imagen y semejanza de Dios, nosotros estamos saliendo del caos para volvernos imagen y semejanza de Dios. Nuestra vida es un tiempo de transformación y eso implica sufrimiento.
Tú eres único y Dios está actuando justamente para eso, para hacerte único, pues solamente El sabe cómo eres tú. Nosotros somos tan ingenuos que queremos ser aquello que pensamos que debemos ser, y aún peor, queremos ser iguales a todo el mundo.
Dios quiere hacer de nosotros una pieza única, no sirve de nada ser como los otros, tenemos que ser la pieza que Dios quiere que seamos. Para que esa pieza se forme, es necesario mucho sufrimiento. La gran verdad es que, como el Espíritu se movía sobre aquel caos, allá en los inicios, ahora también El se mueve sobre nosotros pues la obra en nosotros aún no terminó.
Pedimos a Dios que camine con nosotros, pero somos muy ignorantes, y ni siquiera sabemos cuál es el camino. Dios es tan misericordioso que nos invita a caminar con Él, porque más allá de todo, él es el camino y hace el camino.
Delante de eso que la Palabra nos está diciendo, el Señor requiere, dentro de nosotros, una rendición incondicional. La voluntad de Él no es como nuestra voluntad, la voluntad de Dios es lo mejor para nosotros. Fue él quien nos creó, no fuimos nosotros que nos creamos. Fue Él quien nos amó y, porque nos amó, nos escogió, nos hizo venir a la vida y nos hizo únicos.
El Señor sabe qué piezas somos y para donde debemos ir, en qué lugar seremos encastrados. Entonces, la cosa más inteligente es rendirnos incondicionalmente a El. Como dice María, digamos también nosotros: “Hágase en mi según Tu Palabra” para que el Verbo se haga carne en nosotros y el Verbo habite entre nosotros.
Dios te Bendiga!
Tu hermano, Mons. Jonas Abib
Fundador de la Comunidad Canción Nueva.
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