Es fundamental que las familias cristianas entronicen la cruz de Cristo en sus hogares de manera solemne.
La cruz es la señal de los cristianos, es la señal del Dios vivo. «No dañen a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los servidores de nuestro Dios». (Ap 7,3).
Esa señal, que el profeta Ezequiel ya la anunciaba es la cruz. Cuando Jerusalen mereció el debido castigo por la idolatría cometida, ese profeta anunció que Dios signó con la cruz a los inocentes para protegerlos. «Recorre toda la ciudad de Jerusalén y marca con una T la frente de los hombres que gimen y se lamentan por todas las abominaciones que se cometen en medio de ella» (Ez 9,5).
Desde que Jesús liberó a la humanidad de la muerte, del pecado y de las garras del demonio, la cruz salvífica pasó a ser el símbolo de la salvación. La fiesta en honra de la santa cruz fue celebrada, por primera vez, un 13 de diciembre del año 335, en ocasión de la dedicación de dos basílicas, la de Constantino en Jerusalen: “Martyrium” o “Ad Crucem” sobre el Gólgota; y la de “Anástasis”, esta es la de la Resurrección.
Santa Helena, la madre del emperador Constantino, fue a buscar la cruz de Cristo a Jerusalen. A partir del siglo VII, se conmemora la recuperación de la preciosa reliquia por parte del emperador bizantino Heráclito en el año 628, pues la cruz de Cristo fue robada 14 años antes por el rey persa Cosroe Parviz, durante la conquista de la ciudad Santa de Jerusalen.
En estos dos mil años, la cruz pasó a ser el símbolo de la victoria del bien sobre el mal, de la justicia contra la injusticia, de la libertad contra la opresión, del amor contra el egoísmo, porque en su leño, Cristo pagó a la Justicia Divina el precio infinito del rescate de toda la humanidad.
En todas la épocas, la santa cruz fue exaltada. El escritor cristiano Tertuliano (+200) afirma: "Cuando nos ponemos a caminar, cuando salimos y entramos, cuando nos vestimos, cuando nos levantamos, cuando vamos a descansar, cuando nos sentamos; en esas ocasiones y en todas nuestras actividades, persignémonos, la frente con la señal de la cruz" (De corona militis 3).
San Hipólito de Roma (+235), describiendo las prácticas de los cristianos del siglo III, decía: "Marcad con respeto vuestras cabezas con la señal de la cruz Esta señal de la Pasión se opone al diablo y nos protege de {el si es hecho con fe; no por ostentación, sino en virtud de una convicción de que es un escudo protector. Es una señal como antes fue el Cordero verdadero; al hacer la señal de la cruz en la fuente y sobre los ojos, rechazamos a aquel que nos acecha para condenarnos" (Tradição dos Apóstolos 42).
La fuerza de la señal de la cruz.
Muchas personas importantes se valían de la señal de la cruz en momentos de peligro, de decisión y en la inminencia de la muerte, como forma de alcanzar la serenidad necesaria en momentos cruciales. Los primeros cristianos hacían la señal de la cruz a cada instantes. Así lo afirma San Basilio Magno (+369) doctor de la Iglesia: "Para los que ponen su esperanza en Jesucristo, hacer la señal de la cruz es la primera y más conocida cosas que entre nosotros se practica".
Santa Tecla, del siglo primero, ilustre por nacimiento, fue agarrada por los verdugos y conducida a la hoguera; hizo la señal de la cruz, entró en ella con paso firme y quedó tranquila en medio de las llamas. Luego un torrente de agua se desencadenó y el fuego se apagó. Y la joven heroína salió de la hoguera sin haberse quemado un solo pelo de su cabello. Los santos no dejaban el crucifico, en muchas de sus imágenes los vemos sosteniendo el crucifijo, porque en Cristo crucificado colocaban toda su seguridad y esperanza.
En 1571, Don Juan de Austria, antes de dar la señal de ataque en la Batalla de Lepanto, en que se decidía el futuro de la cristiandad delante de los turcos otomanos agresores, hizo una gran y lenta señal de la cruz repetida por todos sus capitanes y la victoria luego sucedió. Por este y otros ejemplos vemos cuán poderosa oración es la señal de la cruz. De cuántas gracias nos enriquece esa señal, y de cuántos peligros preserva nuestra frágil existencia.
La cruz de Cristo vence el pecado. A la vista de Él, desaparece todo el pecado. Santa Juana de Arco murió en la hoguera de Rouen, en 1431, injustamente, tomando un crucifijo, mirándolo y repitiendo: "Jesús, Jesús, Jesús..."
Cuando Don Bosco se cansaba de las artes de sus pequeños y parecía querer desistir de la misión, su buena madre, Margarita, apena le mostraba el Cristo crucificado y el retomaba su lucha en pro de la juventud desvalida.
Protege tu casa con la Cruz de Cristo.
Más que nunca, hoy, cuando tantos peligros materiales y espirituales amenazan la familia atacada por todos lados por la inmoralidad que campea entre nosotros, es fundamental que las familias cristianas entronicen la cruz de Cristo en sus casas, de manera solemne. Ella defenderá nuestros hijos de tanta inmoralidad.
De esa cruz nacieron los sacramentos de la Iglesia que nos salvan. De esa cruz salirá la fuerza que los padres necesitan para educar a los hijos en la verdadera fe de Cristo y de la Iglesia. Mirando cada momento a Cristo, tan cruelmente crucificado, flagelado, coronado de espinas, tendremos fuerza para vencer las luchas de cada día.
Delante de la cruz de Cristo, el demonio no tiene poder, porque "el fue en ella vencido, encadenado como un perro", como decía San Agustín. El exorcista, por encima de todo, empuña el crucifijo. Mas que nunca hoy cuando las fuerzas del mal quieren arrancar el crucifijo de nuestras calles y plazas, necesitamos colocarla dentro de nuestras casas, también como prueba de nuestra fe.
Tu casa necesita ser protegida por la santa cruz de Nuestro Señor Jesucristo!
Felipe Aquino
Fuente: Canción Nueva - Adaptación del original en portugues
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