El amor es una deuda que nunca terminamos de pagar. Mientras más trabajamos para saldarla, más crece. Cuando se trata de cuestiones financieras, solemos admirar a quienes no tienen ninguna deuda, mientras que, tratándose del amor, aplaudimos a los que están más endeudados. Por eso es que el Apóstol Pablo escribe: “No tengan deuda alguna con nadie, fuera del amor mutuo que se deben” (Romanos 13, 8). Con estas palabras quiere demostrarnos que la deuda del amor debe ser pagada permanentemente... y quedar siempre como deudores. De hecho, mientras vivamos, no podremos escapar de esa obligación. Si deber dinero es grave y humillante, es condenable no deber amor. El amor es una deuda perenne, como dije, una deuda que nunca terminaremos de liquidar. Porque esta deuda es lo que, más allá de cualquier cosa, conforma nuestra vida y nos une estrechamente.
fuente: Doxologia
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