Padre, en esta Hora de Misericordia
volvemos nuestro mirar hacia Vos
para entregarte nuestra súplica,
para acercarte nuestros corazones y así,
en cercanía, en íntima comunión,
ser un poco más Tuyos,
un poco menos de nosotros.
Hoy te pedimos por nuestros abuelos,
te confiamos a los que están más privados.
A los privados de amor,
a los privados de afectos,
a los privados de caricias,
a los privados de paciencia.
A los que esperan una visita,
a los que ya ni esperan ser visitados.
A los que están enfermos,
entristecidos y amargados.
A los que aprendieron a reírse solo junto a un televisor,
a los que sienten algunos días sólo solo una voz en su radio.
A los que no pueden movilizarse,
a los que no tienen sustento digno.
A los que sufren de frío,
y padecen los intensos calores.
A los otros también... a los olvidados...
¡Derrama en todos la Gracia,
del Costado abierto de Tu Hijo,
Amén!
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