domingo, 15 de marzo de 2015

RETORNOS

IV domingo de cuaresma
por Angel Moreno para Ciudad Redonda

(2 Cró 36, 14-16. 19-23; Sal 136, Efs 2, 4-6; Jn 3, 14-21)
Retornos
La Palabra nos invita, en la mitad del camino cuaresmal, a acrecentar la esperanza, porque es posible recuperar el santuario de nuestro corazón, de manera semejante a como aconteció en tiempos del exilio. “El Señor, el Dios de los cielos, me ha encargado que le edifique una casa en Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él y suba!» (2 Cró 36, 22-23).
Cuando se ha probado el sequedal, y se ha vivido en tierra árida por alejamiento culpable de la casa del Señor, gustar la posibilidad del regreso, supera toda imaginación. Cabe que nos preguntemos: ¿Cómo va a ser posible la paz, la alegría, el gusto por la oración?
Ante el regalo de misericordia que nos hace Dios, que es  atraernos hacia Sí, surge el voto, la promesa, quizá un tanto arrebatada: “¡Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti!” (Sal 136).
¡Ojalá que, a esta altura del camino, nos hayamos dado cuenta del regalo que nos ha hecho Dios con el don de la fe, ya que, como dice san Pablo: “Somos, pues, obra suya. Dios nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras” (Efs 2, 6). Ahora sabemos en carne propia lo que afirma el Evangelio: “El que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios” (Jn 3, 21).
Santa Teresa de Jesús
Santa Teresa fue reelegida priora de la Encarnación, después de fundar San José de Ávila. Tiene que volver a la antigua comunidad, y desde allí escribe a su amiga Doña Luisa: “Parece que no está inquieta mi alma con toda esta babilonia, que lo tengo por merced del Señor. El natural se cansa; mas todo es poco para lo que he ofendido al Señor” (Cartas 31, 4). Parece que siente como si hubiera sido desterrada. Y más adelante, en 1571, cuando la vuelven a reelegir, y la comunidad de la Encarnación se enfrenta hasta con el Provincial y el Obispo, la Santa escribe a María de San José, que está en Sevilla: “Yo las perdonaría de buena gana si ellas quisiesen dejarme en paz, que no tengo gana de verme en aquella Babilonia, y más con la poca salud que tengo, y cuando estoy en aquella casa menos. Dios lo haga como más se sirva y me libre de ellas” (Cartas 198, 5).
Hay muchas formas de vivir en destierro, aunque parezca que habitamos en casa propia. Santa Teresa define esta vida como destierro, mientras aguardamos el encuentro definitivo con el Señor. “¡Cuán triste es, Dios mío, la vida sin ti! Ansiosa de verte, deseo morir. Carrera muy larga es la de este suelo, morada penosa, muy duro destierro. ¡Oh sueño adorado, sácame de aquí! Ansiosa de verte, deseo morir” (Poesías 7).

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