En aquel tiempo: Uno de los invitados le dijo: "¡Feliz el que se siente a la mesa en el Reino de Dios!". Jesús le respondió: "Un hombre preparó un gran banquete y convidó a mucha gente. A la hora de cenar, mandó a su sirviente que dijera a los invitados: 'Vengan, todo está preparado'. Pero todos, sin excepción, empezaron a excusarse. El primero le dijo: 'Acabo de comprar un campo y tengo que ir a verlo. Te ruego me disculpes'. El segundo dijo: 'He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos. Te ruego me disculpes'. Y un tercero respondió: 'Acabo de casarme y por esa razón no puedo ir'. A su regreso, el sirviente contó todo esto al dueño de casa, y este, irritado, le dijo: 'Recorre en seguida las plazas y las calles de la ciudad, y trae aquí a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los paralíticos'. Volvió el sirviente y dijo: 'Señor, tus órdenes se han cumplido y aún sobra lugar'. El señor le respondió: 'Ve a los caminos y a lo largo de los cercos, e insiste a la gente para que entre, de manera que se llene mi casa. Porque les aseguro que ninguno de los que antes fueron invitados ha de probar mi cena'".
RESONAR DE LA PALABRA
Querido amigo/a:
Excusas, excusas, excusas… No puedo, no tengo tiempo, tengo que… Lo efectivo es lo afectivo, dice la psicología. Y es que cuando algo nos interesa de verdad, sacamos tiempo de debajo de las piedras si es necesario, por mucho que tengamos que hacer. En el fondo todo se reduce a una escala de valores, a unas prioridades, porque si tu corazón lo desea, luchas por ello.
El evangelista Lucas nos habla del Reino de Dios a través de la imagen de una gran comida, un banquete. En esta pequeña parábola, Dios invita a trabajar en su Reino, pero todos los invitados rechazan esta llamada con excusas. La indignación del dueño de la casa es que los invitados no sólo no asisten, sino que no son sinceros, son incapaces de decir “no quiero” y dicen “no puedo”. Excusas, porque hace más el que quiere que el que puede. Si asistir al banquete, trabajar por el Reino, es tu prioridad, lo demás es secundario y vas, porque tu corazón así lo desea.
San Pablo en su carta a los Romanos, anima a los miembros de su comunidad a trabajar por este Reino dando cada uno lo que tiene, sus cualidades, sus talentos; y a hacerlo con cariño, estima, alegría –fijémonos en los términos que utiliza-, sin grandes pretensiones, con igualdad de trato, porque les recuerda que todos forman un solo cuerpo en Cristo, y en este cuerpo místico no caben las rivalidades, ni las envidias, ni tiene sentido competir, sino servir. Tampoco tiene sentido poner excusas.
La parábola termina con una sorpresa: resulta que los pobres, ciegos, lisiados y cojos, es decir, todos los excluidos de la sociedad de entonces que viven en las periferias, que no están en el centro, que no cuentan, precisamente estos tienen su escala de valores mejor ajustada que nadie a los ojos de Dios, y aceptan la invitación de trabajar por el Reino, de participar en el banquete. Como San Martín de Porres, -fray escoba- santo peruano que hoy se venera en varios lugares del mundo, hombre humilde y servidor, grande a los ojos de Dios.
¿Y nosotros? ¿Vamos o también ponemos excusas a las invitaciones del “dueño de la casa”? Como dice una canción: “son muchos los invitados, pocos los decididos”. No nos perdamos este banquete, no hay fiesta en el mundo que produzca tanto gozo y alegría como esta.
Tu hermano en la fe.
Juan Lozano, cmf.
para CIUDAD REDONDA publicado en noviembre de 2015
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