
«Era seguramente una mestiza, tenía unos hombros preciosos, y esa belleza salvaje de los mestizos de labios gruesos y ojos enormes. Era bella, enloquecedoramente bella. En realidad se podía hacer solamente una cosa... Pero no la hice, salté sobre el caballo y huí al galope, llorando de desesperación y de rabia. Confío en que en el día del juicio, si me faltara algo para podérselo ofrecer a Dios, le ofrecería ese ramillete de besos que, por el amor que siento hacia El, no quise conocer».
La castidad es posible si está edificada sobre los cimientos de la oración... « Es factible, bella y enriquecedora, a condición de que se base en el principio del amor positivo, vivo y pleno de Dios; ya que únicamente ese amor puede satisfacer la inmensa necesidad de amor que tiene el corazón del hombre».
Vito de Larigaudie amaba la aventura, el baile y el canto. Era un magnífico nadador y esquiador. Acogía todas las alegrías, pero todo lo que vivía estaba saturado del ritmo de su conversación, llena de fe, con Dios. « No podían entender las bellas extranjeras -confiesa- que incluso al sonar la música más apasionante, mi corazón seguía enarcando el ritmo de la oración, y que aquella oración era rnás fuerte que su belleza y encantos». En su oración por la belleza rogaba: «Dios mío, haz que nuestras hermanas, las muchachas, tengan cuerpos armoniosos, sean. sonrientes, .ce vistan con gusto; haz, que sean sanas y que sus almas se mantengan puras; que sean la pureza y el encanto de vuestra difícil vida. Haz que sean sencillas con nosotros, maternales, que no sean falsas ni coquetas. Haz. que nada malo se interponga entre nosotros, y que seamos, los unos para los otros, fuentes de enriquecimiento y no de pecados. (...) Entre Tahití y Hollywood, -señala seguidamente- en las playas de coral, en las cubiertas de los vapores, al danzar tuve entre mis brazos a las mujeres más bellas de este mundo. No tenía la intención de arrancar aquellas flores que ansiaban ser conquistadas, pero no renuncié a todo ello por razones humanas, sino por un amor, el amor a Dios». Al hablar de la Eucaristía confesó: «La Sagrada Comunión de cada día, fue -para mí como lavarme en el agua de vida; como la comida nutritiva antes de seguir el camino de la vida; como una mirada llena de ternura, que provoca confianza y valentía. Pasé por el mundo como por un jardín amurallado, busqué aventuras en los cinco continentes, sin embargo, permanezco encerrado; pero llegará el día en que entonaré el canto del amor y del júbilo; se apartarán todos los obstáculos y alcanzaré la eternidad».
¿Cómo era la oración de fe de ese santo de nuestros tiempos?... « Al ver la película más miserable -escribió- uno puede rezar por los actores, el director, las comparsas y el público que se divierte y aburre; por el vecino de la butaca de la derecha o de la izquierda. Cuando se actúa así, se consigue algún provecho». Vito de Larigaudie era -hubiera dicho Chesterton- un hombre de carne y hueso con sus dificultades también en la oración. «A veces hay horas difíciles -confiesa- en las que la tentación de pecar atenaza con tanta fuerza el cuerpo, que cínicamente de urea madera mecánica, casi sin separar los labios, y casi sin creer, somos capaces de decir: `Dios mío, a pesar- de todo te amo, pero ten compasión de mí'. Y hay anocheceres en los que estando .sentado en un lugar apartado de alguna iglesia, sin tender ni siquiera orar, no hago nada más que repetir esta frase, aferrándome a ella como el náufrago a caza tabla: a pesar de todo te amo, Dios mío pero ten compasión de mi'».
A Dios se le puede decir lo mucho que se le ama. hasta con los actos más insignificantes. Como dice Vito de Larigaudie: "Se le puede relatar cantando la vida pasada y los sueños del futuro. Todo esto se le puede decir a Dios; y se le puede decir bailando bajo el resplandor del sol en una playa, o deslizándose en ski por la nieve. Siempre se puede tener a Dios cerca, como compañero y como confidente de nuestros secretos. Tan acostumbrado estoy a la presencia de Dios, que en lo profundo de mi corazón, siempre tengo cena oración que está a punto de aflorar a los labios. Esa oración, tampoco se interrumpe por el bamboleo del tren, o por el ronroneo de la hélice del barco cuando estoy medio dormido. No se interrumpe ni cuando se estremecen el cuerpo o el alma, ni cuando me rodea el ajetreo febril de la ciudad, o mi atención queda absorta por cena ocupación muy interesante. En alguna parte de la profundidad de mi ser, hay aguas infinitamente puras y tranquilas. No pueden afectarme, pues, las sombras o los remolinos que aparecen en la superficie (...). Toda mi vida fue una gran búsqueda de Dios, en todas partes y a todas lloras, en todos los lagares del mundo busqué sus huellas. La muerte será sólo corno soltarme milagrosamente de la cadena que me tiene atado, y el fin de una asombrosa y estupenda aventura; será la consecución de esa plenitud que siempre perseguí".
P. Tadeusz Dajczer
fuente Meditaciones sobre la fe
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