San Alberto Magno
El episodio del publicano Zaqueo es casi una copia del Evangelio de ayer, que hablaba del ciego de Jericó. También aquí se ve a un hombre que decide captar la atención de Jesús, que pasaba por la ciudad. Esta vez no se trata de un mendigo, sino de un publicano acaudalado, que sin embargo también es socialmente marginado y además sufre de una condición física: es bajo de estatura, pero más que nada es igualmente necesitado de redención. Zaqueo pasa de una curiosidad inicial (ver quién era Jesús) a una acción definida (subirse a un árbol), luego a la alegría de recibir a Jesús en su casa y, por último, a la conversión y al cambio de vida.
Jesús se detiene, pero en esta ocasión, en vez de hacer una pregunta, le dirige a Zaqueo una orden: “Baja en seguida…” El aludido no pide ningún milagro, y exteriormente no parece que se encuentre en necesidad alguna; sin embargo, en sus gestos el Señor percibe su condición, porque la atención y la premura con las que obra muestran ya el comienzo de la fe.
En este episodio se aprecia el valor de la iniciativa humana: el deseo de Zaqueo es algo más que una simple curiosidad, porque incluso le impulsa a realizar un gesto que no es propio de un hombre que sea bien conocido en la sociedad. Pero el poder de Jesús emana de su simple presencia y con la palabra llama a Zaqueo por su nombre, lo cual basta para suscitar en éste una gran alegría, el deseo del arrepentimiento y la reparación; en pocas palabras, una vida nueva. Con Jesús ha entrado la salvación en la casa del publicano y el mismo Señor da testimonio de ello.
Es cierto que la salvación cristiana lleva consigo ciertas consecuencias sociales y económicas, pero el resultado siempre es positivo y conveniente. Quizá Zaqueo tuvo que dejar su antiguo oficio; evidentemente perdió dinero, pero ganó algo muchísimo más valioso y duradero: la justicia (hace restitución) y el amor (reparte sus bienes), valores que le servirán eternamente. Es decir, con Cristo bien merece la pena perder algo, incluso la vida misma, para ganar lo realmente valioso.
“Amado Señor, enséñame a buscar los bienes que tú valoras, y no deslumbrarme con las cosas con que me tienta el mundo. Quiero ganarte a ti aunque eso signifique perder todo lo que tengo.”Apocalipsis 3, 1-6. 14-22
Salmo 15(14), 2-5
fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros
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