Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo. Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados". Al despertar, José hizo lo que el Angel del Señor le había ordenado.
RESONAR DE LA PALABRA
Edgardo Guzmán, cmf
Queridos amigos y amigas:
Hoy celebramos la solemnidad – traslada del 19 – de San José. El relato del Evangelio de Mateo que nos propone la liturgia para este día nos muestra cómo irrumpe Dios de manera sorprendente en la vida y en los planes de José. No sería nada fácil para él asumir que María, con quien estaba desposado, estuviera esperando un hijo antes de vivir juntos. Como era un hombre justo y como amaba a su prometida decide quedarse en silencio. Esa actitud de aceptación serena y comprensiva le abre a una revelación mayor, «porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo» y se le confía una misión más grande una nueva paternidad, ponerle nombre a Jesús. Es decir, cuidar, custodiar, proteger al Salvador.
Nuestra vida como la de José de Nazaret está muchas veces en esa tensión permanente entre lo que deseamos y buscamos para nosotros mismos, y lo que es voluntad de Dios. No siempre resulta fácil poder discernir y aceptar ese plan de salvación para nuestras vidas. Nos cuesta dejar nuestros proyectos personales por el proyecto del Reino. En el esposo de María encontramos un ejemplo de escucha, de obediencia, de disponibilidad, de generosidad. Son las características de un creyente fiel que abre su vida con docilidad y humildad al querer del Padre.
Esta autenticidad del justo José nos interpela y su coherencia nos anima en nuestro proceso de conversión que se intensifica en estos días de Cuaresma. No podemos contentarnos con una vida mediocre, quedarnos instalados en nuestro egoísmo. En un mundo tan necesitado de salvación como el que nos está tocando vivir, somos llamados como José, el artesano de Dios, a hacer realidad su sueño en nuestra historia. Para ello, necesitamos escuchar su Palabra dejarnos llevar por las insinuaciones del Espíritu, fiarnos, confiar en Él. Para asumir con prontitud la misión que se nos ha encomendado.
Pidámosle a San José que interceda por nosotros, que nos alcance esa obediencia y disponibilidad que él tuvo al proyecto de salvación del Padre. Que cuide y proteja a la gran familia de los hijos e hijas de Dios.
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