Cuando Jesús se dispuso a subir a Jerusalén, llevó consigo sólo a los Doce, y en el camino les dijo: "Ahora subimos a Jerusalén, donde el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Ellos lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos para que sea maltratado, azotado y crucificado, pero al tercer día resucitará". Entonces la madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo. "¿Qué quieres?", le preguntó Jesús. Ella le dijo: "Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda". "No saben lo que piden", respondió Jesús. "¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?". "Podemos", le respondieron. "Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre". Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud".
RESONAR DE LA PALABRA
Freddy Ramírez, cmf
Queridos amigos y amigas:
La Palabra que hoy se proclama nos habla de cómo Jesús atraviesa Galilea en compañía de sus discípulos. Él les comparte cómo tendrá que sufrir la pasión, al igual que todos los grandes profetas de Israel; la Buena Noticia del Reino de Dios será dada a luz con dolores de parto, en medio de la contradicción y el rechazo de las autoridades de la nación.
El estilo de vida que propone Jesús aún no ha sido asimilado por sus seguidores, su pensamiento está centrado en quién es el más grande, el más importante entre ellos. Sus búsquedas están en total discordancia con el mensaje del Maestro, que anuncia el cambio del mundo a través de la renuncia al poder asesino, egoísta y excluyente.
En nuestras familias se juega muchas veces el juego de la competitividad y la violencia, buscando los primeros puestos, esperando ser servidos. Según la enseñanza de Jesús nadie es más que nadie, todos poseemos la misma dignidad y merecemos respeto y consideración. Por ello, padres y madres están llamados enseñar a los hijos la importancia de colaborar en los quehaceres del hogar; la armonía se construye con el aporte de todos y todas. Cocinar, lavar, cuidar el orden, respetar los espacios, servir sin esperar a cambio no tiene una connotación masculina o femenina. Los conflictos cotidianos podrán ser superados fácilmente cuando todos estemos realmente implicados en la construcción de nuestra familia. En la medida de nuestras posibilidades podemos generar cambios en el ejercicio de la autoridad y hacer de nuestro hogar una semilla del gran campo del Reino de Dios.
comentario del evangelio CIUDAD REDONDA
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