sábado, 11 de marzo de 2017

Evangelio según San Mateo 5,43-48. 
Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.



RESONAR DE LA PALABRA

Freddy Ramírez, cmf

Queridos amigos y amigas:

El texto del Evangelio que hoy se proclama forma parte del Sermón de la Montaña que Jesús, el nuevo Moisés, dirige a la multitud de discípulos que le siguen. Él, ha sido enviado a establecer una nueva alianza entre Dios y su pueblo, y por eso busca superar aquellas normas tradicionales como la del “ojo por ojo” y la “del odio a los enemigos” con la fuerza renovadora del amor. El Señor nos invita a todos a entrar en una lógica distinta que rompe con el clásico paradigma de la violencia.

En efecto, nuestra relación con el Padre de los Cielos nos hace dar el salto de la simple justicia humana a una vida de santidad arraigada en el amor. Se trata de una santidad que no nos aleja de los problemas de nuestro mundo y que sana las conflictivas relaciones sociales a fuerza de bien. Quien vive del amor está llamado a costear una pequeña cuota de sacrificio para salir, con la ayuda de Dios, del laberinto de odios y rencores en el que muchas veces nos perdemos. Jesús nos da tres consejos sencillos: hacer el bien, amar de corazón y orar. ¿A quiénes? A los que son nuestros enemigos, a los que nos hacen la trampa, a los que nos levantan calumnia, al que nos ha traicionado… Aquí está el núcleo de la fe cristiana: amar siempre y sin medida a todos y todas como lo hizo Él.

El Padre ha enviado a Jesús a reunir a sus hijos dispersos y enemistados para formar una sola familia: ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos bajo las alas! (Mateo 23, 37). En nuestras familias aún duelen las heridas del pasado o del presente; nos lastimamos con el egoísmo y dejamos que los insultos formen parte de nuestras discusiones… Aún estamos lejos de comprender las enseñanzas del Evangelio. Abramos el corazón y pidamos a Jesús que sane con su amor nuestras relaciones familiares; que nos ayude a frenar la maquinaria de violencia que nos lastima.

¡Todas estas enseñanzas de Jesús son buena noticia! Algunos podrían estar pensando que este discurso es imposible de realizar, que es un sueño, una utopía. Sí, es utopía. Y, ¿para qué sirve la utopía? Para ver el horizonte y caminar. Y eso es lo que hacemos cuando le hacemos caso a Jesús: ¡Caminar!

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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