¿Qué harías tú si alguien te diera la oportunidad de corregir un error grave que cometiste en el pasado?
Por ejemplo, borrar las palabras hirientes con que hayas tratado a un ser querido. Lo harías, naturalmente, ¿cierto?
En la primera lectura de hoy, Dios le da a Jonás, el profeta rebelde, una segunda oportunidad, es decir, la posibilidad de corregir su error, y no lo reprendió. De hecho, ¡actuó como si Jonás nunca le hubiera desobedecido!
Así es nuestro Dios; le gusta dar segundas oportunidades, y terceras, y cuartas…. Porque su misericordia y su amor no tienen límites.
Este relato pone de relieve el hecho cierto de que la compasión de Dios no es solo un concepto abstracto; es una experiencia práctica que nos llena el corazón y la mente y nos hace cambiar. Como sucedió con Jonás, así también sucede a veces con nosotros: el experimentar el amor compasivo de Dios nos hace cambiar de maneras que jamás nos imaginaríamos.
¿Qué segundas oportunidades te está dando Dios ahora mismo? Tal vez tú has sido reacio a perdonar a un amigo o a tender la mano a un familiar que se había enemistado contigo. Tal vez has sentido el impulso de compartir tu fe con un compañero de trabajo, pero siempre has encontrado alguna excusa para no hacerlo.
En lugar de armarte de valor para afrontar lo que Dios te pueda pedir, procura adoptar una actitud de paz y lo puedes hacer de la siguiente manera: Piensa en Jesús crucificado y reflexiona en que él lo hizo todo por amor y nada más que por amor. Siente la compasión y el amor que emanan de su corazón traspasado y deja que sus palabras (“Padre, perdónalos”) te ablanden el corazón y te laven de tus culpas y temores (Lucas 23, 34). Deja que la cruz te convenza de que Dios está de tu lado y confía en que él te ayudará a hacer todo lo que sea necesario.
El Papa Francisco dijo una vez: “La misericordia siempre será más grande que cualquier pecado. Nadie puede poner límites al amor de Dios.” Así, pues, deja que su amor te dé la segunda (o tercera o décima) oportunidad que tú necesitas. No te preocupes; él no abandona nunca a sus hijos.
“Amado Padre eterno, te doy gracias porque tú estás siempre dispuesto a perdonar. Fortaléceme, Señor, para que yo también sea compasivo y misericordioso hoy.”Salmo 51(50), 3-4. 12-13. 18-19
Lucas 11, 29-32
fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros
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