III Domingo de Cuaresma
Al encontrarse con Jesús junto al pozo, al principio la mujer se mostró cautelosa y evasiva en sus respuestas, pues no era bien visto que una mujer hablara con un hombre desconocido. Pero viendo que esta persona hablaba tan convincentemente y que de él emanaba tal paz y confianza, seguramente se despertó su curiosidad. El próximo paso que él diera sería decisivo. ¿Sería este hombre distinto de los demás que ella había conocido? Cuando Jesús empezó a hablarle de la vida pecaminosa que ella llevaba, ella se dio cuenta de que estaba en presencia de alguien extraordinario.
Es interesante que, al responder a las preguntas del Señor, ella no trató de justificar su conducta; ni siquiera le pidió a Jesús que le ayudara a reformar su vida sentimental. Por el contrario, lo primero que le preguntó fue cómo se debía adorar a Dios. Sí, era pecadora, pero lo más importante para ella era adorar al Señor.
¿Puedes imaginarte, querido lector, cómo debe haberlos rodeado el Espíritu Santo mientras los dos hablaban? La docilidad de Jesús al Espíritu le ayudó a explorar el corazón de ella y sacar su necesidad a la luz; a su vez, por su propia apertura, ella aceptó a Jesús y, sin perder tiempo, trajo a muchos otros a creer en él (Juan 4, 39-42).
Ahora bien, ¿percibes tú de qué manera está el Señor actuando en tu vida? Lo que más quiere es que le hables sin reservas, a fin de que él pueda hablarte claramente. ¿Crees tú en la promesa de que el amor del Señor es capaz de reconfortarte, consolarte y alentarte, incluso para tener la certeza de llegar un día a ver cara a cara a tu Dios y Salvador? ¿O te parece que debes seguir tu vida tal como ahora sin arriesgarte a lo que suceda? Jesús no quiere que nadie se retire de su lado sintiéndose triste. Confía en él y no te cohíbas ante su mirada observadora pero bondadosa.
“Jesús, Señor mío, quiero seguirte siempre a donde tú me quieras llevar. Muéstrame en qué estoy fallando, y lo que más me importa, enséñame a amar más a Dios.”Éxodo 17, 3-7
Salmo 95(94), 1-2. 6-9
Romanos 5, 1-2. 5-8
fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros
No hay comentarios:
Publicar un comentario