lunes, 20 de marzo de 2017

Meditación: Mateo 1, 16. 18-21. 24


San José, Esposo de la Virgen María

Dios actúa de una manera que nos parece misteriosa porque no la entendemos, pero siempre es maravillosa. Por ejemplo, escogió a un carpintero sencillo para que fuera el padre adoptivo de su Hijo eterno. ¿Cómo pudo ser esto? ¿Un hombre común, como tú y yo, que asumiera la enorme responsabilidad de criar y educar al Hijo de Dios? Este es un gran misterio, pero lo que sí sabemos es que cuando Dios llama a alguien para encomendarle alguna misión, lo colma de la gracia necesaria para realizarla. Todos los creyentes estamos destinados a ser receptores de la generosa gracia de Dios, tal como lo fue San José, y esa gracia nos capacita para obedecer al Señor.

La fe y la docilidad de José también fueron encomiables. Cuando Dios le hablaba en sueños, mediante un ángel, y le daba instrucciones, José obedecía sin la menor vacilación (Mateo 1, 20-24; 2,1-23), aunque las situaciones que tuvo que enfrentar fueron bastante difíciles. Cuando el ángel lo visitó por primera vez le dijo que la Virgen María, su prometida, había concebido milagrosamente y que podía casarse con ella sin reserva alguna. Claro que es posible que José haya dudado o le haya inquietado lo que dirían los demás; pero, aunque no entendía bien lo que escuchaba, no quiso poner objeciones.

José era un hombre bueno y sencillo, pero de fe madura, que amaba a Dios y confiaba en él. Era modesto y sus acciones fueron más elocuentes que todos los sermones, exhortaciones y razonamientos de la historia cristiana. Cuando leemos estos pasajes acerca de San José, vemos que sus cualidades de fortaleza, confianza y humildad son como un faro que alumbra la nueva creación que Jesús haría posible para todos gracias a su sacrificio en la cruz.

Ojalá todos tengamos también el deseo profundo de hacer la voluntad de Dios. Es posible que al pasar por dificultades, algunos se sientan tentados a dudar del amor del Señor; pero todos tenemos al Espíritu Santo, que nos ama y nos anima a seguir adelante por los caminos de la fe. Cuando hacemos la voluntad divina, nuestra fe, esperanza y amor a Dios crecen y así vamos estando cada vez mejor preparados para hacer las obras que el Señor ha dispuesto para nosotros.
“Señor, Dios nuestro, sabemos que nos amas mucho y que tus planes son perfectos; concédenos la gracia de escuchar bien tu voz cuando nos das a conocer tu santa voluntad.”
2 Samuel 7, 4-5. 12-14. 16
Salmo 89(88), 2-5. 27. 29
Romanos 4, 13. 16-18. 22

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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