“Él hace que su sol salga sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos.” (Mateo 5, 45).
¡Un momento! ¡Esto parece injusto! ¿Por qué los buenos y los justos no reciben un trato especial? O bien, ¿por qué los malos y los injustos no reciben menos beneficios? Si Dios es perfectamente justo, ¿no debería ser eso lo correcto? Bueno… en realidad, no. La justicia de Dios comprende algo mucho más profundo que una balanza celestial. Y eso es bueno para nosotros. Al final, ¡todos somos pecadores!
Como aún estamos al principio de la Cuaresma, nos conviene preguntarnos qué resultado queremos sacar de esta temporada: ¿la justicia o el amor? Nuestro Padre celestial es perfecto, y Jesús nos invita a ser como él. ¿Qué es lo que le hace perfecto? ¿Solo que él es justo? No exactamente. Si así fuera, ninguno de nosotros tendría esperanza alguna. Sí, fuimos creados a imagen de Dios, pero todos hemos pecado. Ninguno de nosotros merece realmente el cielo y si le pedimos a Dios que aplique la justicia, tendríamos los dos lados de la moneda: premio por nuestras buenas acciones, pero castigo por las malas.
¡Gracias a Dios que su justicia, su ecuanimidad, su sabiduría y todos sus atributos son perfectos por su gran amor! El amor es lo que le hace ser misericordioso con quienes no lo merecen, ¡incluso tú mismo! El Señor te ama, y te recibe como hijo suyo a pesar de tus faltas y pecados. ¡Este es el triunfo del amor divino! ¡Es la perfección de la justicia de Dios!
Por eso, no pierdas el tiempo comparándote con otras personas. ¡No vale la pena! En cambio, simplemente alégrate de que la misericordia de Dios siempre es más fuerte que el juicio humano. Y hoy en particular, leyendo este pasaje del Evangelio, mira al cielo. Si el día es soleado, alabado sea el Señor porque el sol brilla para todos, buenos y malos. Si llueve, dale gracias al Señor por enviar alimento refrescante para todos, santos y pecadores. El Señor es un Dios misericordioso, bondadoso y lleno de gracia, y él quiere bendecirnos a todos. Dios te ama personalmente y quiere que tú lo ames a él personalmente también, y que te des cuenta de todas las bendiciones que día a día te concede.
“Padre celestial, con todo mi ser te doy gracias por tu infinita misericordia y tu amor compasivo. Perdóname, Señor, por no comprender que tú eres compasivo y generoso con todos, buenos y malos, y quieres que yo también procure serlo.”Deuteronomio 26, 16-19
Salmo 119(118), 1-2. 4-5. 7-8
fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros
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