A veces sucede que tú estás conversando por teléfono y de repente haces una pregunta y no hay respuesta; repites, y nada, silencio.
Probablemente se perdió la conexión, o hay algo malo con el teléfono de la otra persona o con el tuyo. ¡Lo grave es cuando esto sucede en medio de una conversación realmente importante!
A veces nos sentimos así en nuestras oraciones. Queremos tener una comunicación clara con Dios, pero no siempre parece que él nos escucha o que nosotros no lo escuchamos a él. ¿Qué podemos hacer al respecto? Quizá la respuesta la encontramos en la forma en que Jesús nos invita a orar: “Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre” (Mateo 6, 9).
Si tú eres padre o madre de familia, sabes cuánto amas a tus hijos. Si no lo eres, piensa en cuánto te ama tu papá o tu mamá. Y si él o ella no fueron un buen modelo de amor, piensa en otros padres o madres que sí lo fueron. Piensa en lo dedicados que eran a sus hijos, cuánto cariño les demostraban y lo muy creativos que eran al criarlos y educarlos. Ahora toma esa dedicación, cariño y creatividad y multiplícalos por mil. ¡Esto ni siquiera comienza a describir el amor con que nos trata nuestro Padre Dios!
Si te cuesta tratar de hacer oración, esto es algo que conviene tener en cuenta. Procura centrar tu atención en la realidad del amor y la misericordia de Dios, en lugar de lo mucho que te cuesta rezar. Intenta imaginarte que el Señor está allí contigo, que te pone el brazo en el hombro y se sienta a tu lado.
Cuando hagas oración hoy día, no olvides quién es tu Padre. Haz lo posible por desechar tus preocupaciones y temores, tranquiliza la mente y el corazón, y simplemente permanece allí sentado con él. Antes de hacerle peticiones, dale gracias por su amor y alábalo por su compasión y su misericordia, tal vez usando sus propias palabras. Por ejemplo, lee el salmo responsorial de hoy en voz alta, con lentitud, cuidadosamente, meditando en las palabras y las ideas que ellas expresan. Deja que tu Padre, que “cercano está el Señor a los quebrantados de corazón”, te eleve con su amor (Salmo 34, 19).
“Amado Padre celestial, te doy gracias por el privilegio de poder comunicarme contigo. Gracias por el gran don de la oración.”Isaías 55, 10-11
Salmo 34(33), 4-7. 16-19
fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros
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