viernes, 5 de octubre de 2018

COMPRENDIENDO LA PALABRA 051018

«Quien les escucha a ustedes, me escucha a mi»

El que ha escuchado este versículo: «Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza» (Salmo 49:14), ha dicho: «Cada día, cuando me levante, me iré a la iglesia y cantaré un himno de la mañana; al final del día un himno de la noche y luego en mi casa, un tercero y cuarto himno. Así haré cada día un sacrificio de alabanza y me ofreceré a mi Dios». Es bueno hacerlo, si lo haces con verdad, pero ten cuidado de fiarte con lo que haces, y... teme que mientras tu lengua hable bien delante de Dios, tu vida hable mal ante él... Ten cuidado de vivir mal, hablando bien.

        ¿Por qué? Porque Dios dice al pecador: « ¿Por qué recitas mis mandamientos y guardas mi alianza en tu boca  [tú que detestas mi enseñanza]?»(V. 16-17) miren con qué temor debemos hablarles... Ustedes, mis hermanos, que están seguros; si escuchan cosas buenas, Dios te escucha, independientemente de la boca que te habla. Pero Dios no ha querido dejar a aquellos que hablan, sin reprenderlos, para que no se duerman tranquilos, en una vida desordenada, diciéndose que hablan del bien, diciéndose  a sí mismos «Dios no querrá que nos perdamos pues por nosotros él ha querido decir cosas buenas a su pueblo». Por lo tanto, ustedes los que hablan, quienquiera que sean, escuchen lo que les digo; ustedes que quieren ser escuchados, sean los primeros en escuchar... Ojalá pueda escuchar primero, ojalá pueda escuchar, escuchar mejor que todos «lo que el Señor Dios dice en mí, pues él hace oír palabras de paz a su pueblo» (Sal 84:9).

San Agustín (354-430)
obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Discurso sobre los salmos, Sal. 49, §23
 (Trad. ©Evangelizo.org©)

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