sábado, 6 de octubre de 2018

Meditación: Lucas 10, 17-24

Alégrense más bien de que sus nombres están escritos en el cielo.
Lucas 10, 20

Algunos podrían confundirse por las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy: “No se alegren de que los demonios se les sometan” (Lucas 10, 20). ¿Está acaso diciendo a los discípulos que no den importancia a la capacidad de expulsar demonios que él les dio? ¡No, de ninguna manera! Pero el Señor quiere que eleven la mirada hacia un horizonte aún mayor: ¡Que tienen sus nombres escritos en el cielo, porque realmente le pertenecen a Dios! ¡Regocíjense en eso! les dice, y lo mismo nos lo dice a nosotros.

Dios nos da muchos dones de los que podemos regocijarnos, ya sean bendiciones materiales, como la familia, el trabajo, la salud y los alimentos que nos sostienen, y también bendiciones espirituales, como la capacidad de amar a Dios, orar, recibir a Cristo en la Eucaristía, leer y comprender las Escrituras. También podemos servir a Dios en la parroquia y amar al Pueblo de Dios en nuestras familias y vecindarios. Todo esto son también dones y bendiciones del Señor.

Pero con lo buenos y hermosos que son, así como el esfuerzo que hagamos para utilizarlos, todos apuntan a algo mucho más grande: El hecho de que nuestros nombres están escritos en el cielo. Dios Padre, que nos ama y nos provee todo lo que necesitamos, nos ha dado la vida eterna y tiene un lugar en el cielo reservado para cada uno de nosotros. ¡Eso sí que es motivo de regocijo y júbilo!

Hoy, en tu oración diaria, trata de imaginarte a Jesús que está en el cielo, que te muestra sus manos abiertas y que en ellas puedes ver tu nombre allí escrito (Isaías 49, 16). Piensa que él te dice que siempre te recuerda cada día. Ahora, visualiza que él se da vuelta y apunta hacia su Padre, que es tu Padre, e imagínate que Dios Padre te acoge con un abrazo de amor; pero no por tus méritos ni porque tengas cualidades espirituales especiales, sino simplemente porque te ama con amor eterno. Él siempre ha querido tenerte a su lado y se alegra de que hayas llegado. Siendo así, ¡recibe su amor y llénate de gozo en su presencia!
“Querido Padre eterno, te doy gracias por adoptarme como hijo tuyo y por escribir mi nombre en el cielo. ¡Me lleno de gozo porque sé que te pertenezco para toda la eternidad!”
Job 42, 1-3. 5-6. 12-17
Salmo 119(118), 66. 71. 75. 91. 125

fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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