Hipocresía, incredulidad, juicios en voz baja, odio, resentimiento, falsedad, deshonestidad, todo esto saldrá finalmente a la luz y será proclamado desde los tejados (Lucas 12, 3).
Este es un pensamiento que tal vez pueda causar pánico, porque todos tenemos pecados que no queremos que jamás sean revelados. Al igual que Adán y Eva, tratamos de ocultar aquello que nos hace sentir vergüenza y culpabilidad.
Pero el Señor vino a traernos buenas noticias, no malas. Y la buena noticia de hoy es que tú eres muy valioso a los ojos de Dios: “Ustedes valen más que muchos pajarillos.” (Lucas 12, 7). Si Dios conoce y aprecia a cada uno de los gorrioncillos que se vendían por dos moneditas en el templo, ¡cuánto más te conoce y te valora a ti! El Señor te ama y te aprecia tanto que no tienes por qué alejarte ni mantenerte oculto de él. No hay ningún aspecto de tu vida que él no conozca y aun así te ama con amor eterno.
Así que no le tengas miedo a Dios. Nunca. Más bien, procura conocerlo, pasar tiempo con él. Cuando estás en Misa, dale gracias por recibirte en su casa y en su presencia. Escucha ávidamente cuando se proclama su Palabra. Si no la entiendes bien, pídele al Espíritu Santo que te ayude. Al meditar después de la Comunión, pídele que te permita experimentar la dulzura de su amor, y cree que al Señor le gusta responder a estas peticiones, porque él se deleita en tu persona.
Conforme vayas conociendo cada vez más a Dios y descubriendo lo mucho que te ama, ese amor hará desaparecer el temor (1 Juan 4, 18). Seguirás “teniendo cuidado”, pero no con la inseguridad de quien lleva una vida oculta; más bien, te mantendrás atento a cualquier pensamiento que surja en tu mente que pueda empañar tu relación con el Señor. Y si encuentras algo, vas a querer sacarlo inmediatamente a la luz de Cristo, en lugar de tratar de mantenerlo oculto. Querrás tratar de solucionarlo ahora mismo, a la luz de su amor, para que al final no sea publicado a los cuatro vientos.
Por eso, deja que Dios te demuestre todo lo que puede hacer por ti, la gentileza y bondad con que lo hará. ¡Tú eres muy valioso para él!
“Padre celestial, te doy gracias por tu amor y tu cuidado. Enséñame, Señor, a creer y aceptar tu amor para no sentirme lleno de vergüenza ni temor.”
Efesios 1, 11-14
Salmo 33(32), 1-2. 4-5. 12-13
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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