Eclesiástico 3, 12
Según un estudio estadístico, más de 65 millones de estadounidenses están cuidando a familiares enfermos, discapacitados o ancianos.
Este pasaje del Eclesiástico tiene un sorprendente mensaje para todas nuestras familias: que el cuidado de un familiar anciano trae consigo bendiciones inesperadas: el perdón de los pecados, tesoros espirituales, alegría, oraciones contestadas, incluso una vida prolongada. Sí, a veces nos parece ser una carga, pero los beneficios superan con mucho el sacrificio.
El cuidado de nuestros padres mayores es fuente de grandes bendiciones espirituales, porque vemos que el amor generoso de Dios empieza a crecer en nosotros; también nosotros nos vamos acercando más al Señor y las ideas que tenemos sobre lo que es importante empiezan a cambiar, aparte de que comenzamos a pensar más acerca del hogar que tendremos en el cielo.
La idea de cuidar y atender a una persona anciana tal vez no nos parezca particularmente atractiva, sino más bien alarmante. Las preocupaciones financieras, las tensiones emocionales y el agotamiento físico son problemas reales, y a veces hasta cuesta encontrar tiempo para reponerse uno mismo o para lidiar con los malentendidos o resentimientos de otros familiares.
Pero el mismo estudio mencionado también indica que más del 80% de cuantos cuidan a sus familiares ancianos comentan que la experiencia es gratificante; porque sienten la satisfacción de retribuir en algo a quienes se sacrificaron por ellos.
Hermano, si tienes que cuidar a un familiar anciano, ¡anímate! A Dios le complace tu esfuerzo y derrama su gracia sobre ti. Ahora, si tú eres el que recibe el cuidado, has de saber que tú eres una bendición para tus seres queridos. Si te parece que llegará un momento en el que tendrás que hacer algo más por sus padres, no te preocupes. Todo lo que hagas para honrarlos y cuidarlos te acarreará grandes bendiciones.
“Señor y Dios mío, dame fortaleza, paciencia y amor para honrar y amar a mis seres queridos mayores.”
Salmo 128(127), 1-5
Colosenses 3, 12-21
Lucas 2, 41-52
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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