Juan 1, 14
Antes de que Dios se hiciera hombre en Jesús, lo más cercano que un judío podía llegar a percibir la gloria de Dios era una vez al año, en el Día de la Expiación. Solo ese día, el sumo sacerdote podía entrar en el santuario interior del templo, donde “habitaba” Dios. Nadie más podía tener un encuentro con Dios y experimentar su gloria de primera mano.
Pero cuando Jesús se hizo hombre, él nos concedió a todos el privilegio de “ver” la gloria de Dios, porque ¡él es la gloria de Dios! ¡Qué gran emoción deben haber sentido sus discípulos cuando dijeron a sus conciudadanos: “Nadie ha visto jamás a Dios… pero nosotros hemos visto su gloria!”
El Evangelio de hoy contiene muchas declaraciones acerca de Cristo Jesús que tal vez nos parezcan un tanto abstractas y un poco misteriosas, como las siguientes: La gracia y la verdad vinieron por Jesucristo (Juan 1, 14), la luz brilla en las tinieblas (1, 5), les concedió poder llegar a ser hijos de Dios (1, 12). Pero estas palabras no son abstractas en absoluto y no describen algo que Dios hace en el vacío; lo que describen es lo que Jesús quiere hacer por cada uno de nosotros.
El Señor desea mostrarnos la diferencia entre los pensamientos que son verdaderos y vivificantes y los que son destructivos y negativos; quiere hacer brillar la luz de su misericordia sobre las situaciones que para ti son graves problemas y te causan desánimo, y quiere tomar aquellas partes de tu corazón que te parecen inanimadas e iluminarlas con nueva vida y dinamismo. Sea lo que sea que más necesites, Dios envió a su Hijo para ayudarte; lo envió para que tú también puedas afirmar: “He visto su gloria.”
Sí, en efecto, ¡Dios no está lejos! Él habita en ti y quiere revelarse a ti en las circunstancias cotidianas de tu vida; así que al contemplar el horizonte hacia el 2019, dedica algún tiempo a preguntarle en qué parte de tu vida necesitas más su gloria vivificante. Entrégale esas partes a él y pregúntale en qué otros aspectos quiere él mostrarte su gracia y su verdad el próximo año.
Jesús vino a habitar entre los hombres para que nosotros fuéramos testigos de su gloria en cada aspecto de nuestra vida, incluso en aquellos en los que nos hemos dado por vencidos.
“Señor mío Jesucristo, abre mis ojos para que yo vea tu gloria cada día en este año nuevo.”
1 Juan 2, 18-21
Salmo 96(95), 1-2. 11-13
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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