Ayer celebramos con júbilo la Navidad y hoy recordamos el martirio de San Esteban. ¿No es un cambio un poco drástico? En un día pasamos de los inspiradores himnos de los ángeles al griterío de una turba enfurecida; de la dulzura de un apacible nacimiento a la violencia de un ajusticiamiento odioso. Rendimos un alegre homenaje al recién nacido Rey de Israel, para luego ver que muchos de los jefes religiosos persiguen enconadamente a este embajador del Rey (Esteban) y lo matan por lapidación. Entonces, ¿fue buena o no la venida de Jesucristo?
Esta pregunta puede responderse con un sí con mayúscula y un no con minúscula. ¿Cómo así? Bueno, es no, porque indica que la trágica historia se repite. No mucho antes de ese incidente, Jesús había enfrentado el mismo tribunal que condenó a Esteban, igualmente acusado de blasfemia. Ambos se convirtieron en víctimas de una larga historia de profetas martirizados por su propio pueblo.
Pero he aquí el gran SÍ, porque la historia de Esteban nos hace ver que Jesús cumplió a cabalidad su misión de reconciliarnos con Dios y llenarnos del Espíritu Santo.
Aunque su vida terrena terminó de manera abrupta y violenta, “Esteban, lleno del Espíritu Santo,” es una de las primeras muestras de victoria que hay en este gran plan de salvación, pues se convirtió en un notable reflejo de su Maestro, y al igual que Jesús, realizó “grandes prodigios y signos.” Esteban afrontó la muerte horrible con serenidad y con la mirada fija en las realidades celestiales que le aguardaban. Y sus últimas palabras de entrega y perdón imitaron exactamente las de Cristo en la cruz.
Bien, pero Esteban era un superhéroe, ¿no? ¡Absolutamente no! Era igual que cualquiera de nosotros, un mortal ordinario, pero transformado por el Espíritu de Jesús que residía en él.
Ese es el mismo Espíritu Santo que habita en tu corazón, querido lector, y está allí para ayudarte a ser un cristiano “conforme a la imagen” de Jesús (Romanos 8, 29). Así que, ora al Espíritu Santo hoy y pídele que te ayude, tal como lo hizo con Esteban, a llevar una vida de gozo, paz y convicción. ¡Porque no hay nada mejor que conocer a Jesús con la misma profundidad que él lo hizo!
“Espíritu Santo, Señor, concédeme un corazón como el de Esteban, lleno de valentía, confianza y perdón.”
Salmo 31(30), 3-4. 6. 8. 16-17
Mateo 10, 17-22
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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