Recobra la calma y cierra el día que termina.
¿Cómo ha sido tu día? ¿Cómo has vivido los encuentros y los acontecimientos? Tu vida cotidiana es el lugar de encuentro con Dios y tu altar para ofrecerte y trabajar por el Reino. ¿Actúas con amabilidad, misericordia y mansedumbre ante las dificultades de trabajo y en tu hogar? ¿Realizas bien tus tareas, con alegría y con actitud de servicio?
Eres apóstol en la vida cotidiana. ¿Vives consciente de ello?
Pide perdón por aquello que podrías hacer mejor y toma ánimo para mañana.
Ave María...
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