Confortaos en el santo servicio comenzado con el deseo ardiente del pobre Crucificado
Hermana carísima, o más bien, señora sumamente venerable, porque sois esposa y madre y hermana de mi Señor Jesucristo, tan esplendorosamente distinguida por el estandarte de la virginidad inviolable y de la santísima pobreza, confortaos en el santo servicio comenzado con el deseo ardiente del pobre Crucificado, el cual soportó la pasión de la cruz por todos nosotros, librándonos del poder del príncipe de las tinieblas, poder al que estábamos encadenados por la transgresión del primer hombre, y reconciliándonos con Dios Padre.
¡Oh bienaventurada pobreza, que da riquezas eternas a quienes la aman y abrazan! ¡Oh santa pobreza, que a los que la poseen y desean les es prometido por Dios el reino de los cielos, y les son ofrecidas, sin duda alguna, hasta la eterna gloria y la vida bienaventurada! ¡Oh piadosa pobreza, a la que el Señor Jesucristo se dignó abrazar con preferencia sobre todas las cosas, Él, que regía y rige cielo y tierra, que, además, lo dijo y las cosas fueron hechas! Pues las zorras, dice Él, tienen madrigueras, y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del hombre, es decir, Cristo, no tiene donde reclinar la cabeza), sino que, inclinada la cabeza, entregó el espíritu.
Santa Clara de Asís (1193-1252)
fundadora del Orden de las Hermanas Pobres, llamadas Clarisas
Carta 1 a Santa Inés de Praga, 12-18 (trad. Escritos de Santa Clara de Asís – Directorio franciscano; rev.)
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