Me gusta visitar al Señor. Hay veces en que puedo hacerlo bien temprano,
otras, en cambio, adaptándome a los tiempo de la vida.
Lo cierto es que cuando salgo de casa, y mis pasos se dirigen hacia Él,
comienzo a experimentar Su Gracia visitándome.
Son unos pocos pasos en silencio;
Algunas veces voy de la mano de María.
Otras siento a mi ángel caminando a mi lado;
Pero no siempre todo es tan claro, ni tan fácil.
A veces me levanto agitado, sin poder aquietar mi mar interior;
son los días en que mi paso se vuelve apurado, irracional, instintivo,
inconsciente de la mochila que me he cargado y me acompaña.
Pero frente a Él no hay muchas palabras. A veces no son más que unas miradas.
Fue hoy, en ése diálogo silencioso, que sentí su invitación a bajar mi mochila.
Literalmente "bajar mi mochila al suelo"
Y así lo hice. La dejé caer sobre el piso.
Y sentí que mis manos ocupadas, ellas también tenían su peso,
un pequeño manojo de llaves.
Las dejé sobre el banco...
Y así, libre mi cuerpo de toda carga, comprendí que mi vida debía rendirse delante de Él,
libre de toda mochila. Libre de toda llave.
Y mi espíritu voló a sus alturas, y la Gracia abrió sus puertas.
Lo cierto es que cuando salgo de casa, y mis pasos se dirigen hacia Él,
comienzo a experimentar Su Gracia visitándome.
Son unos pocos pasos en silencio;
Algunas veces voy de la mano de María.
Otras siento a mi ángel caminando a mi lado;
Pero no siempre todo es tan claro, ni tan fácil.
A veces me levanto agitado, sin poder aquietar mi mar interior;
son los días en que mi paso se vuelve apurado, irracional, instintivo,
inconsciente de la mochila que me he cargado y me acompaña.
Pero frente a Él no hay muchas palabras. A veces no son más que unas miradas.
Fue hoy, en ése diálogo silencioso, que sentí su invitación a bajar mi mochila.
Literalmente "bajar mi mochila al suelo"
Y así lo hice. La dejé caer sobre el piso.
Y sentí que mis manos ocupadas, ellas también tenían su peso,
un pequeño manojo de llaves.
Las dejé sobre el banco...
Y así, libre mi cuerpo de toda carga, comprendí que mi vida debía rendirse delante de Él,
libre de toda mochila. Libre de toda llave.
Y mi espíritu voló a sus alturas, y la Gracia abrió sus puertas.
Si andás con alguna mochila, dejala en el suelo.
Si hay llaves que te hablan de lugares por cerrar y lugares por abrir...
dejalos sobre el banco.
Tal vez como a mí, Él quiera conducirte más libre de equipaje.
Miguel Angel Yunges
Comunidad piedras Vivas.
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