martes, 3 de marzo de 2015

CHOQUE DE VOLUNTADES

M. Basil Pennington, OCSO 

Ciudad Redonda, U.S. Catholic - Miércoles, 5 de marzo de 2008
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M. Basil Pennington, O.C.S.O.
A menudo hemos rezado: “Padre nuestro, que estas en el cielo..... hágase tu voluntad....” Hemos observado la expresión última de la propia lucha de nuestro Señor cuando sudaba sangre en el jardín de Getsemaní y lleno de angustia gritaba: “Padre, si es posible, haz que pase este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya”.
Nosotros conocemos la angustia, en varios grados: la muerte súbita de un ser querido, un accidente que incapacita, un embarazo indeseado. No es lo que queremos. Hemos oído, -e intentado creer-, que para aquellos que aman a Dios todo les sirve para el bien. Pero dentro de nosotros hay algo que grita: No. “No es lo que yo quiero. Quiero que se haga mi voluntad.” Generalmente no tentemos la audacia de decírselo al Señor. Pero seguramente no nos gusta lo que Él parece decir, o hacer, o permitir que se haga. Y no nos gusta decir: “Hágase tu voluntad”.
¡Si tan sólo pudiésemos darnos cuenta de cuánto somos amados! Entonces podríamos creer fácilmente que para aquellos que aman a Dios todo les sirve para el bien. Si tan solo tuviésemos la humildad para darnos cuenta que el Padre del amor infinito conocedor de todo sabe lo que es mejor para nosotros. Dios no quiere que sucedan cosas malas, pero nos ha dado libertad. Dios respeta la libertad que nos ha dado. Así Dios permite que sucedan malas cosas a la gente buena. Al mismo tiempo Dios sabe que el poder del amor divino es mucho más grande que cualquier mal. La compasión omni-abarcante de la gracia divina es infinitamente más grande que cualquier pecado.
A veces necesitamos realmente avanzar lentamente hasta Getsemany, para ver, para oìr, para entrar dentro y dejar al Señor entrar en nuestra propia lucha: “Si es posible, deja que esto pase. Pero que no se haga mi voluntad sino la tuya”. Sí, muchas veces en nuestra vida rezamos con poca sinceridad: “Que se haga tu voluntad”. Pero realmente qué transformación profunda necesita nuestro espíritu demasiado humano en aquellos momentos, o horas, o días de angustia antes de que nuestro pecado original “Que se haga Mi voluntad”, sea remplazado por la comunión del amor que se da a sí mismo expresado tan brevemente: “Hágase tu voluntad”.
  • Pennington es un monje trapense, escritor y conferencia sobre temas de oración. Anteriormente fue Abad en un monasterio. Ahora reside en la Abadía de St. Joseph’s , Massachusetts.

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