Basta de perder el tiempo…
Si nos detenemos a pensar por un momento, concordarán conmigo en lo siguiente: se gasta más energía y cansa más todo lo que representa algo negativo para el ser humano. Así, por ejemplo, una enfermedad, una deuda, un accidente, un mal entendido, una enemistad, son cosas pesadas de sobrellevar. ¿Estamos de acuerdo? Pues, por lógica podremos concluir entonces que, pensar mal de una persona es igualmente pesado de lidiar.No sé como está “la loca de la casa” -como le gustaba a Santa Teresa de Ávila llamar a la imaginación- contigo, pero lo cierto y lo concreto es que si hoy estás leyendo esto, estás recibiendo la bella invitación de lanzarte a la aventura de la conversión de los pensamientos. Esta conversión se puede dar en varios niveles, pero hoy vemos el pensamiento que se dirige a los demás.
¿Qué pienso de mis hermanos, mis amigos, mi familia, la gente con la cual convivo? Cuándo uno de ellos tiene un desliz ¿Qué hago yo? ¿Los juzgo en el acto? ¿Pienso que pudo tener buena intención pero se equivocó? Cuando alguien está procediendo de una manera desagradable conmigo, ¿Me lanzo sin más al juicio, o en un momento de compasión me detengo para pensar que quizás está pasando por momentos difíciles? ¿Me examino con el mismo rigor con el que examino a los demás?
En la comunidad Canción Nueva, nuestro fundador, Mons. Jonas Abib, nos enseña que debemos “pensar bien de todos, hablar bien de todos, querer bien a todos”. Claro que esto requiere de tiempo, no se da de la noche a la mañana, pero sé que es posible. En mi caso se dio por luchar diariamente, cancelando pensamientos inútiles, de a poco. Si no puedo solucionarlo, si ya ha sucedido, pues ¿de qué me sirve rumiar lo que pasó? Aprendemos a ser más felices cuando no perdemos el tiempo con lo que no es esencial.
Por eso, mi hermano, la propuesta para hoy es convertir los pensamientos, en el momento en que esos malos merodeen, podemos clamar simplemente: “Ven, Espíritu Santo, por hoy NO quiero pensar mal” y sabrás que Dios estará bendiciendo esta decisión con la fortaleza para resistir. Dice la Palabra “¿Quién pondrá guardia a mi boca, y a mis labios sello de prudencia, para que no venga a caer por su culpa, y que mi lengua no me pierda?” (Si 22, 27) Pues Dios lo puede y lo quiere hacer, nos basta cooperar con la gracia.
Que tengas un bendecido avance en este camino hacia la conversión de los pensamientos.
Marisa Reyes Franco
Comunidad Canción Nueva
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