lunes, 1 de agosto de 2016

RESONAR DE LA PALABRA 020816

Evangelio según San Mateo 14,22-36. 
En seguida, obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud. Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo. La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. "Es un fantasma", dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar. Pero Jesús les dijo: "Tranquilícense, soy yo; no teman". Entonces Pedro le respondió: "Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua". "Ven", le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: "Señor, sálvame". En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: "Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?". En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en ella se postraron ante él, diciendo: "Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios". Al llegar a la otra orilla, fueron a Genesaret. Cuando la gente del lugar lo reconoció, difundió la noticia por los alrededores, y le llevaban a todos los enfermos, rogándole que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y todos los que lo tocaron quedaron curados. 

RESONAR DE LA PALABRA
Fernando Torres cmf

      Este evangelio de hoy comienza con la gente y termina con la gente. Empieza con gente que se va de estar con Jesús saciada, contenta, dispuesta a seguir con su vida. Es el efecto que tiene la presencia de Jesús en nuestras vidas. Y termina con gente que sale al encuentro de Jesús porque se sienten enfermos, necesitados, pobres. Y ponen su esperanza en Jesús. No saben muy bien definir lo que es Jesús pero les basta “tocar siquiera la orla de su manto.”

      Por en medio tenemos un relato un poco extraño pero que quizá nos pueda ayudar a entender un poco mejor la vida, y el cansancio, del evangelizador, del que da su vida por el Reino. 

      Jesús se queda sólo porque no sólo despide a la gente. También hace que sus discípulos se suban a la barca para cruzar el lago. Se queda porque quiere orar. Dicho en otras palabras: un poco de tranquilidad que le ayude a salir de la multitud de manos que se le acercan pidiendo. Y en el silencio reconectar con el que es el origen de todo, de su misión, de su vida. Encontrarse con el Padre, con su Abbá.

      Pero por medio están también los discípulos que van en la barca, atravesando el lago. Y está el viento y las olas que convierten la barca en un lugar muy poco seguro. La barca, con el mar en calma, puede ser un lugar precioso, lleno de belleza. Pero una barca en medio de una tormenta es una ocasión para que nos salgan a la superficie los miedos más profundos. Y la pregunta: ¿Por qué tengo que hacer esto? Con lo tranquilo que podía estar en mi casa, quién me manda colaborar en la catequesis o meterme de mediador en los conflictos, o echar una mano a los necesitados o esforzarme porque en la familia nos entendamos mejor. Surgen todas esas preguntas y muchas más. 

      Y brota, también de lo profundo, la oración: “Señor, sálvame.” Señor, estoy cansado. Ya no puedo más. Ahora soy yo el que necesito cuidados y atención y cariño. No puedo más. 

      Para esos momentos, es para cuando tenemos que guardar siempre en nuestra mente y en nuestro corazón las palabras de Jesús, aunque sea en diferente orden: “¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado? ¡Ánimo, soy yo, no tengas miedo!”

      Y, ya puestos, aprender de Jesús a tomarnos algunos momentos de tranquilidad, de silencio, de paz, para reconectar con el que es el origen de todo, de nuestra vida y de nuestra misión: con Jesús. Pero no para quedarnos ahí, en una especie de nirvana, que nos sitúa fuera del mundo. Porque pronto hay que llegar a la orilla donde nos esperan los que sufren, los marginados, los abandonados, los enfermos, todos los que necesitan una mano amiga que les haga entender el amor inmenso con que Dios los ama.

fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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