Jesús, dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él. Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado. Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.
RESONAR DE LA PALABRA
Julio César Rioja, cmf
Queridos hermanos:
Seguimos este domingo con el capítulo cinco de San Mateo y en el contexto con el que empezó, las Bienaventuranzas, hoy se termina, con lo que algunos han llamado, las locuras de Jesús. La dinámica es la misma: “Habéis oído que se dijo. Pero yo os digo”. Podríamos jugar a este juego, cuáles son las frases que comúnmente usa o usamos la gente y cuáles usaría el Evangelio. Pongamos algunos ejemplos: se saca más pidiendo que dando; primero los nacionales, después los extranjeros; cuanto más pones, más pierdes; hecha la ley, hecha la trampa;… Añadir cada uno las más populares en vuestros ambientes, e intentemos pasarlas después, por el filtro de las palabras de Jesús.
En aquel tiempo y quizás hasta hoy, uno de esos dichos era: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pero Él nos dice: “No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas”. Menudo panorama, poner la otra mejilla, entregar el manto, caminar dos millas, dar prestado, estos verbos en nuestra sociedad no se conjugan, llevarlos a la práctica es una tontería. El texto es una exageración, no cabe otra cosa.
Está bien ser realistas, pero la primera lectura del Levítico, nos recuerda: “Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo”. Estamos llamados a vivir en la humildad, de aquellos que parecen débiles, pero son los más fuertes. Cuando todos damos demasiada importancia a nuestros derechos, no hacer frente al que nos agravia, recibir bofetadas, compartir, dar, prestar, es como nos dice San Pablo en la segunda lectura a los Corintios: “Que nadie se engañe. Si alguno de vosotros se cree sabio en este mundo, que se haga necio para llegar a ser sabio”. La sabiduría consiste en ser compasivos y misericordiosos, no en la venganza, sino en la mansedumbre, como nos decían las Bienaventuranzas.
Pero el juego sigue: “Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos”. Increíble, es el culmen, amar y rezar por los enemigos, pero no decimos que “al enemigo ni agua”, cómo le puede llegar la lluvia y el sol. Identificar a los enemigos a nivel personal o social, es la causa de muchas de nuestras guerras y enemistades, creadas en ocasiones por la influencia de los medios y el ambiente. Perdonar: “Perdónales porque no saben lo que hacen”, es la esencia de nuestro ser creyentes.
Lleguemos hasta el final: “Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto”. Aquí se resume todo el capítulo y la vida cristiana, pues se recoge lo que dice el Levítico: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” y lo que comunica San Pablo a los Corintios: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: y ese templo sois vosotros”.
Las personas, el prójimo, son y somos templo de Dios, desde esta perspectiva se puede entender toda esta Palabra. Es volver al Génesis: “Nos hizo a su imagen y semejanza”, a la santidad primera, y ésta es una tarea para toda la vida. Pidamos al Señor, que nos conceda mirar con otros ojos, entrar en la dinámica (Juego), de cambiar esas expresiones que usamos y que no son muy cristianas, introducir en la vida cotidiana los valores, que en todos estos domingos, nos ha trasmitido San Mateo, desde estas páginas evangélicas.
Queridos hermanos:
Seguimos este domingo con el capítulo cinco de San Mateo y en el contexto con el que empezó, las Bienaventuranzas, hoy se termina, con lo que algunos han llamado, las locuras de Jesús. La dinámica es la misma: “Habéis oído que se dijo. Pero yo os digo”. Podríamos jugar a este juego, cuáles son las frases que comúnmente usa o usamos la gente y cuáles usaría el Evangelio. Pongamos algunos ejemplos: se saca más pidiendo que dando; primero los nacionales, después los extranjeros; cuanto más pones, más pierdes; hecha la ley, hecha la trampa;… Añadir cada uno las más populares en vuestros ambientes, e intentemos pasarlas después, por el filtro de las palabras de Jesús.
En aquel tiempo y quizás hasta hoy, uno de esos dichos era: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pero Él nos dice: “No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas”. Menudo panorama, poner la otra mejilla, entregar el manto, caminar dos millas, dar prestado, estos verbos en nuestra sociedad no se conjugan, llevarlos a la práctica es una tontería. El texto es una exageración, no cabe otra cosa.
Está bien ser realistas, pero la primera lectura del Levítico, nos recuerda: “Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo”. Estamos llamados a vivir en la humildad, de aquellos que parecen débiles, pero son los más fuertes. Cuando todos damos demasiada importancia a nuestros derechos, no hacer frente al que nos agravia, recibir bofetadas, compartir, dar, prestar, es como nos dice San Pablo en la segunda lectura a los Corintios: “Que nadie se engañe. Si alguno de vosotros se cree sabio en este mundo, que se haga necio para llegar a ser sabio”. La sabiduría consiste en ser compasivos y misericordiosos, no en la venganza, sino en la mansedumbre, como nos decían las Bienaventuranzas.
Pero el juego sigue: “Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos”. Increíble, es el culmen, amar y rezar por los enemigos, pero no decimos que “al enemigo ni agua”, cómo le puede llegar la lluvia y el sol. Identificar a los enemigos a nivel personal o social, es la causa de muchas de nuestras guerras y enemistades, creadas en ocasiones por la influencia de los medios y el ambiente. Perdonar: “Perdónales porque no saben lo que hacen”, es la esencia de nuestro ser creyentes.
Lleguemos hasta el final: “Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto”. Aquí se resume todo el capítulo y la vida cristiana, pues se recoge lo que dice el Levítico: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” y lo que comunica San Pablo a los Corintios: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: y ese templo sois vosotros”.
Las personas, el prójimo, son y somos templo de Dios, desde esta perspectiva se puede entender toda esta Palabra. Es volver al Génesis: “Nos hizo a su imagen y semejanza”, a la santidad primera, y ésta es una tarea para toda la vida. Pidamos al Señor, que nos conceda mirar con otros ojos, entrar en la dinámica (Juego), de cambiar esas expresiones que usamos y que no son muy cristianas, introducir en la vida cotidiana los valores, que en todos estos domingos, nos ha trasmitido San Mateo, desde estas páginas evangélicas.
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