En la curación del ciego en Betsaida vemos que Jesús siempre es fiel y compasivo. El Señor no se contenta con vernos caminar con heridas y traumas a medio sanar; él quiere darnos vida en abundancia en todas las cosas, y no solo para la vida eterna en el cielo, sino desde ahora mismo.
En la curación del ciego en Betsaida vemos que Jesús siempre es fiel y compasivo. El Señor no se contenta con vernos caminar con heridas y traumas a medio sanar; él quiere darnos vida en abundancia en todas las cosas, y no solo para la vida eterna en el cielo, sino desde ahora mismo. El Señor quiere ver que el corazón se nos transforme por efecto de su amor y que nuestro organismo recupere la salud completa, probablemente más de lo que nos imaginamos nosotros mismos.
La advertencia de Jesús al ciego, después de devolverle la vista, tiene para nosotros un vínculo con la recepción de una curación completa. Le ordenó que no le contara a nadie la curación (v. Marcos 8, 26), lo cual nos hace recordar lo que le dijo al paralítico que curó en Jerusalén: “Mira, ahora que ya estás sano, no vuelvas a pecar, para que no te pase algo peor” (Juan 5, 14). En ambos casos se ve que los hombres tenían que cambiar su modo de vivir y abandonar el entorno donde se contaminaban con el pecado y la incredulidad, y proteger la curación que Jesús les había dado.
El Señor quiere prodigarnos la salud completa, pero a veces nosotros nos resistimos. No es que no queramos sentirnos bien, sino que no estamos dispuestos a renunciar a nuestros hábitos de pecado y por eso no recibimos la curación. Posiblemente tengamos que cambiar algún vicio para cooperar con la gracia de Dios, porque si luchamos, por ejemplo, con los resentimientos del pasado, seguramente la curación será más completa si hacemos lo posible por perdonar y olvidar lo sucedido hace meses o años.
La curación completa suele requerir un arrepentimiento completo. Lo bueno es que si tratamos de librarnos del pecado, tenemos a nuestro alcance toda la gracia y el poder de Dios, que es todopoderoso y muy compasivo. ¡No nos contentemos con algo inferior!
Todo lo que necesitas es hacerte un buen examen de conciencia, reconocer tus hábitos de pecado o error y tomar la decisión de renunciar a todo eso. Si lo haces de verdad, reiterando la decisión con frecuencia, recibirás la transformación más grande que Jesús quiere hacer en ti.
“Jesús, Señor mío, quiero experimentar una curación completa. Muéstrame todo lo que yo diga o haga que sea un obstáculo para la curación física o espiritual de mi persona. ¡Gracias, Señor!”Génesis 8, 6-13. 20-22
Salmo 116(115), 12-15. 18-19
fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros
No hay comentarios:
Publicar un comentario