Dijo Jesús a sus discípulos: Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero. Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido? Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos? ¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida? ¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos. Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe! No se inquieten entonces, diciendo: '¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?'. Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan. Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura. No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción.
RESONAR DE LA PALABRA
Julio César Rioja, cmf
Queridos hermanos:
Todos tenemos la tentación de pensar, después de escuchar estos domingos los textos de San Mateo, que Jesús sólo nos habla de moral, de normas, conductas. Es mucho más, nos presenta del sentido de la vida, la actitud ante ella. Hoy se nos habla de la posesión del dinero y las preocupaciones del día a día. Lo contrario a Dios es el dinero: “Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso al segundo. No podéis servir a Dios y al dinero”. Parece claro, hay que elegir, veamos.
No se nos dice, que no hay que dar ninguna importancia a los bienes materiales, a nadie se le ocurre desear la pobreza para su familia, o confiar la alimentación o la salud de los suyos, a la providencia. De lo que se habla, es de considerar al dinero “amo y señor”, de hacer de él una preocupación que nos esclavice. Esta, es una tentación muy fuerte hoy en día, cuando no vemos más allá de los billetes de cincuenta euros, estamos en peligro de deshumanizarnos y perder la dignidad. El dinero no lo compra todo, es verdad que ayuda al bienestar, pero el amor, la amistad… si se compran con dinero, sólo pueden llevar a la ansiedad y la angustia, y el no tener dinero al descarte y la exclusión.
Alguno puede que piense que es este un Evangelio romántico, basado en el buenismo y fuera de la realidad. Nunca más lejos de esta consideración. Es extremadamente actual, sino, a que responden tantos programas y concursos televisivos de comida, tantas pasarelas de moda, como si el comer y el vestir fueran toda nuestra vida. Nos dice Jesús: “No andéis agobiados pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso”. Basta con echar una mirada a nuestra casa y ver lo que no utilizamos hace tiempo, lo que es superfluo y nos sobra.
En cierta manera hay una crítica al sistema, que nos lleva a pensar que somos más en la medida que tenemos más que los demás. Cómo explicar que mientras algunos poseen tanto, a otros les falta lo necesario. Todo ésto sólo se puede entender, desde una sociedad basada en la competitividad y el individualismo (que son las bases del capitalismo), pero esa no es la respuesta del Evangelio, que termina hoy diciendo: “Sobre todo buscad el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura”. Nos andamos mucho por las añadiduras y nos chirría un poco la justicia, sobre todo la social, que debe ser como el Reino para la vida futura. Pero resulta que es para cada día, lo pedimos a diario: “Venga tu Reino. El pan nuestro de cada día, dánosle hoy”.
Los pájaros, los lirios, la hierba… no nos vendría mal a los cristianos un poco de poesía, no de la que evade, sino de la que está cargada de realismo y futuro. Entre tantos agobios como nos buscamos, sin un poco de sentido de lo poético, lo simbólico, es difícil que podamos entender algo tan sencillo como la austeridad gozosa, he dicho bien, gozosa, no impuesta; el compartir la mesa (Eucaristía); la vida después de la vida ( la trascendencia). Al final, parece clara aquella exclamación de Jesús: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien” (Mt.11, 25).
Que esta Eucaristía, que es manifestación del Reino, nos ayude a tener como único Señor a Dios, que como dice la primera lectura de Isaías: “Pues, aunque una madre te olvidara, yo no te olvidaré”; a valorar más a las personas que a las cosas y aprender la sabiduría que nos enseña esta página evangélica.
PD: Podemos terminar con un poco de humor, ante un tema tan comprometido. Ahora que celebramos el centenario de la poeta Gloria Fuertes, recordemos unos de sus versos breves, se titula: MI VECINO. “El albañil llego de su jornada/con su jornal enclenque y con sus puntos. /Bajaron a la tienda a por harina, /hicieron una gachas con tocino, /pusieronlo a enfriar en la ventana, /la cazuela se cayó al patio. /El obrero tosió:/como Gloria se entere, / esta noche cenamos Poesía.”
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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