Cuánto se debe haber sorprendido Jesús al ver que sus discípulos no habían logrado entender el significado de su ministerio, porque no dejaban que se le acercaran los niños, que eran los que más alegría le causaban.
El Señor reprendió a sus discípulos por no reconocer el valor de los pequeños, a quienes les dio una bendición especial.
Incluso hoy mismo, muchos de nosotros tendemos a menospreciar a los jóvenes por considerarlos inmaduros e incapaces de comprender ni siquiera los valores morales básicos que antes eran aceptados comúnmente. Pero, ¿cómo ve Dios a los jóvenes? El Papa Benedicto XVI solía decir que la juventud de hoy es la esperanza del futuro de la Iglesia. El Santo Padre reconoce que muchos de estos jóvenes anhelan ver buenos ejemplos de quienes dicen ser fieles a Dios. En efecto, nuestros hijos necesitan ver demostraciones de la fe que ellos también quieren tener.
Sin duda todos anhelamos ver el crecimiento y la propagación del Reino de Dios, razón por la cual hemos de buscar fórmulas para evangelizar a la juventud de hoy. ¿Prefieres tú abstenerte de dar testimonio o de orar por un joven o una joven porque te parece que anda “en otra onda”, o estás dispuesto a llevarlo al Señor y mirarlo con los ojos de Dios? Es preciso darse cuenta de que esos muchachos representan una generación entera de hijos de Dios que están esperando ser amados y aceptados por lo que son: personas reales que tienen hambre y sed de conocer la verdad. Además, ellos serán, en unos años más, los legisladores, jueces, sacerdotes, gobernantes, profesionales y líderes que dirigirán los destinos de los pueblos.
Aceptemos, pues, la invitación de Jesús de no convertirnos en piedras de tropiezo para las nuevas generaciones. ¿Estás tú, querido lector, dispuesto a prestarles asistencia y servicio a los jóvenes para que conozcan la luz de la verdad? Ya sea en tu lugar de trabajo o en tu iglesia, tú tienes la posibilidad de influir hoy en una parte de nuestra sociedad, que tanto anhela conocer un amor desinteresado. Demuéstrale a los jóvenes el amor del Padre, para que ellos a su vez lo transmitan a otros.
“Espíritu Santo, Señor, permite que el poder de tu amor y tu gracia envuelvan a los jóvenes del mundo ahora mismo. Tócalos con amor y dignidad, y permíteles ver tu santo rostro por encima de todo lo demás.”Eclesiástico 17, 1-13
Salmo 103(102), 13-18
fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros
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