La unción de Dios es una elección de Él para una determinada misión, temporal y momentánea. Cuando fuimos bautizados, recibimos el sacramento del bautismo y fuimos ungidos para ser reyes, profetas y sacerdotes.
Vamos a reflexionar sobre el llamado de David tomando la palabra de Dios que está en I Samuel 16, 6–13:
"Cuando ellos se presentaron, Samuel vio a Eliab y pensó: "Seguro que el Señor tiene ante él a su ungido". Pero el Señor dijo a Samuel: "No te fijes en su aspecto ni en lo elevado de su estatura, porque yo lo he descartado. Dios no mira como mira el hombre; porque el hombre ve las apariencias, pero Dios ve el corazón". Jesé llamó a Abinadab y lo hizo pasar delante de Samuel, el cual dijo: "Tampoco a este ha elegido el Señor". Luego hizo pasar a Sammá; pero Samuel dijo: "Tampoco a este ha elegido el Señor". Así Jesé hizo pasar ante Samuel a siete de sus hijos, pero Samuel dijo a Jesé: "El Señor no ha elegido a ninguno de estos". Entonces Samuel preguntó a Jesé: "¿Están aquí todos los muchachos?". Él respondió: "Queda todavía el más joven, que ahora está apacentando el rebaño". Samuel dijo a Jesé: "Manda a buscarlo, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que llegue aquí". Jesé lo hizo venir: era de tez clara, de hermosos ojos y buena presencia. Entonces el Señor dijo a Samuel: "Levántate y úngelo, porque es este". Samuel tomó el frasco de óleo y lo ungió en presencia de sus hermanos. Y desde aquel día, el espíritu del Señor descendió sobre David. Samuel, por su parte, partió y se fue a Ramá."
Dios dijo “yo no veo como lo hacen los hombres, el hombre ve la apariencia pero yo veo el corazón”. La unción de Dios es una elección suya; es un llamado que no depende nosotros. Yo no me pedo postular para ser un escogido. Puedes tener la capacitación, y eso es un requisito, pero entiende que, cuando hablamos de la unción, de la gracia de Dios que es capaz de generar la gracia de la salvación en la vida de otros, cuando hablamos de esa unción, solamente Dios puede elegir y capacitar.
Lo que podemos hacer es ofrecernos, permanecer rendidos y abandonados en Dios para poder escuchar cuál es mi llamado hoy. En este pasaje sobreviene una unción temporal en la vida de Saúl, pero después, David es elegido como nuevo rey y ungido. Todo es por un determinado tiempo.
Muchas veces escuchamos el llamado de Dios en un determinado momento de nuestras vidas y comenzamos a construir esa misión, pero nos quedamos estáticos donde nos sentimos seguros y aprendemos lo que necesitamos hacer y cómo lo debemos hacer. Pasamos a dominar esa misión y esa unción y creemos que ese es nuestro lugar. En ese lugar nos sentimos seguros.
Déjame decirte, el llamado de Dios es dinámico, se mueve constantemente. Para permanecer en la unción de Dios es necesario estar entregados, abandonados a lo nuevo de Dios. ¿Será que tienes la valentía de escuchar hoy un nuevo llamado? ¿Y si la unción de Dios para tu vida hoy está en algo diferente a lo que sabes hacer, será que darías los pasos?
La unción de Dios no está en la construcción de una carrera a largo plazo. La unción de Dios está en cada detalle, en cada paso, la unción de Dios se mueve y el Espíritu de Dios sopla donde quiere. Desapégate de todas las cosas para escuchar el llamado.
Cuántas personas están desanimadas, sin rumbo porque no soportan luchar, luchar y luchar sin poder salir de ese lugar. Deja de mirar hacia fuera y mira hacia adentro. ¿Cuál es la voz de Dios que grita de dentro para afuera de tu corazón? Ahí está la unción de Dios para ti.
El mundo está sediento de vida real, de tu humanidad. El pueblo quiere escuchar música católica y termina escuchando un mundo de ilusión. Las personas quieren las luchas del músico, los dolores vividos transformados en canciones. Es tu autenticidad la que traerá la unción a tus canciones.
Roberta Castro
Ginecóloga y especialista en terapia familiar. Coordinadora del Ministerio de Música y Artes de la Renovación Carismática Católica del estado “Espíritu Santo”-Brasil.
Predica durante el “Campamento para Músicos” – 2017
publicado por Canción Nueva
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