Los escribas que habían venido de Jerusalén decían: "Está poseído por Belzebul y expulsa a los demonios por el poder del Príncipe de los Demonios". Jesús los llamó y por medio de comparaciones les explicó: "¿Cómo Satanás va a expulsar a Satanás? Un reino donde hay luchas internas no puede subsistir. Y una familia dividida tampoco puede subsistir. Por lo tanto, si Satanás se dividió, levantándose contra sí mismo, ya no puede subsistir, sino que ha llegado a su fin. Pero nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa. Les aseguro que todo será perdonado a los hombres: todos los pecados y cualquier blasfemia que profieran. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón jamás: es culpable de pecado para siempre". Jesús dijo esto porque ellos decían: "Está poseído por un espíritu impuro".
RESONAR DE LA PALABRA
Queridos hermanos:
La búsqueda de causas sobrenaturales como explicación de cuanto nuestra inteligencia no puede abarcar por completo tiene todos los visos de una fe humilde, que por ese camino puede encontrar a Dios en cada rincón de la existencia. Pero tiene también sus riesgos, pues puede llevarnos a escamotear las propias responsabilidades en la marcha del mundo. Hace ya 52 años, el Vaticano II hablaba de la “autonomía de las realidades terrenas” (GS 36) y de la responsabilidad humana en conducirlas a buen fin (GS 31).
La puesta en guardia frente a un excesivo “sobrenaturalismo” no es nada nuevo. Los medievales hablaban ya de las “causas segundas”, evitando así atribuir directamente a Dios (“causa primera”), o, en negativo, a Satanás, cuanto sucede en el mundo. Es un trabajo de interpretación de la realidad que aparece ya en la Escritura. La carta de Santiago aboga por que las tentaciones no se atribuyan a Dios y ni al diablo, sino “a las propias concupiscencias de cada uno” (Sant 1,13); con ello invita al dominio propio, en vez de resignarnos a ser constante presa de poderes extraños o sobrenaturales. Y el evangelista Mateo, ante un caso de supuesta posesión diabólica (cf. Mc 9,17), habla de influjo de la luna sobre el estado de ánimo de un joven (Mt 17,15). Interesante sugerencia…
Ciertamente la mentalidad dominante en la época de Jesús era otra, no secular sino “mítica”: el mundo sería conducido por poderes extraños a él, sobrenaturales. Era la idea corriente en la antigüedad, no específicamente cristiana, y que estamos llamados a superar (sin cerrarnos a eventuales intervenciones del sobrenatural: Dios sigue siendo Dios).
No creo posible decir una palabra definitiva sobre la naturaleza de los exorcismos (=expulsión de demonios) realizados por Jesús. Se trate de posesiones diabólicas o de otras psicopatías, hay algo indiscutible: muchas personas que se acercaron a él recobraron su salud mental y su paz interior; fue cercanía sanadora. Y fue una visualización del mensaje evangélico: Dios desea el bien del hombre; cuando viene su Reino, el mal retrocede. El poder de Dios es “más fuerte” que “lo fuerte” del mal de este mundo. Jesús nos lo explica hoy con una parábola elemental, comprensible a todos.
Nuestro pasaje evangélico es, en su conjunto, un enérgico reproche a quienes optan por la ceguera, a quienes buscan explicaciones retorcidas con tal de no reconocer el poder y autoridad de Jesús. Pecan contra la luz, contra el Espíritu Santo, lo que equivale a situarse deliberadamente al margen de su acción salvífica. No es que deje de ofrecérseles el perdón, sino que, en su inmovilista y autosuficiente soberbia, huyen de la salvación.
Ojalá, sin caer en absurda credulidad (superstición) y conscientes de nuestra autonomía y responsabilidad en la marcha de la historia, tengamos al mismo tiempo un corazón humilde, siempre abierto a la sorpresa de la acción sanadora y creadora de Jesús, especialmente cuando se nos acerca en su Palabra y en sus Sacramentos.
Vuestro hermano
Severiano Blanco cmf
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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