JESÚS CURA DE TODA ENFERMEDAD
La Palabra de Dios nos garantiza que Jesús vino a curar tanto el cuerpo como el corazón de cada uno de nosotros. Vino también a despedazar toda artimaña y toda prisión que mantiene al ser humano oprimido, sobre todo el pecado.
Lo único que el Señor nos pide es que confiemos en Él. La falta de confianza nos hace perecer. La medida de la misericordia que el Señor usa con nosotros es la esperanza que en ella tenemos. O sea, quien espera más recibe. Por esa razón, Jesús repetía constantemente al curar y liberar: “sea hecho conforme a tu fe; tu fe te salvó”. Cuenta la Escritura que el rey Asa cayó derrotado, y sufrió inmensamente con una enfermedad que lo llevó a la muerte, no por haber procurado la ayuda de los médicos, sino porque ni aún en la dolencia fue capaz de recurrir a Dios (cfr. 2 Cr 16,12)
Jesús fue enviado por el Padre de los cielos para socorrer a los que están peores, los más perjudicados y perdidos. Vino para curar a los enfermos, no a los sanos; vino a salvar no a los justos, sino a los pecadores. El no tiene dudas de que vino por mi y por ti. La cuestión es que para recibir ese auxilio necesitamos reconocernos necesitados de Él: “Quien cree en mi, aunque haya muerto, vivirá” (Jn 11,25) Cree: para Nuestro Señor nadie es un caso perdido.
ORACIÓN DE CONFIANZA EN EL PODER AMOROSO DE DIOS
Señor Jesús, del mismo modo como te abandonaste en las manos del Padre, yo también me abandono a Ti, ahora. Tanto confío en tu Amor, que deposito en tus brazos todo mi ser. ¡Preciso de Ti, Señor! Necesito de tu toque restaurador en mi vida. Entrego mi cuerpo, mi corazón y mi espíritu. Me consagro enteramente a ti, sin nada que esconder. Coloco bajo tus cuidados mi pasado, presente y futuro y te pido, Señor, me ilumines con Tu Luz que cura y me protejas de todo mal. Clamo tu protección sobre mis familiares y todos los que amo.
Estoy aquí en tu presencia, confiado, y traigo conmigo todas mis necesidades materiales y espirituales. Estoy seguro que Tu Divina Providencia no me abandonará. Tú, Señor, me socorrerás en todas mis necesidades, de manera que coloco a tus pies esa preocupación que hasta ahora me hería.
¡Gracias, Jesús! Contigo voy donde me lleves. Acepto todas tus decisiones sobre mi, aún cuando no comprenda. Acepto porque confío que Tú, Señor, me amas y estás cuidando de mi.
¡Amén!
Marcio Mendes,
“Pasos para la sanación y liberación completa” – Editorial Canción Nueva
Adaptación del original en portugués
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