Dios de infinita misericordia, mi pasado es una carga, un peso terrible, cuando miro mi historia, solo veo desprecio y humillación. Muchos de esos sufrimientos son pesados y me gustaría librarme de ellos.
Padre querido, muchas veces me sentí despreciado(a) y humillado(a) en la convivencia con las personas más próximas, como mis padres, hermanos, abuelos, tíos, vecinos, amigos y colegas.
Muchas veces tuve el deseo de morir, casi llegué a atentar contra mi propia vida, y durante mucho tiempo mastiqué mis propias angustias y los dolores de mi pasado. Conforme el tiempo pasaba, más aumentaba mi dolor. En poco tiempo, enfermé, porque somaticé esas situaciones.
Padre de las Misericordias, muchas veces lloré, sufrí y Te acusé de haberme abandonado. Dejé de rezar y, cuando rezaba, lo hacía mecánicamente, sin fe. Intentaba perdonar a los culpables y aliviar los dolores, intentaba olvidar, pero heridas continuaban presentes en mi mente y atormentaban mi cotidiano.
Muchas veces me pregunté por qué había nacido, por qué mi madre me había traído al mundo, cual era el sentido de mi vida. En esos momentos, hasta me olvidaba que la gravidez es un milagro. Sé cuán difícil es cuidar de un hijo y hacerlo llegar a la edad adulta bien formado, con buenos valores y el amor de Dios en el corazón, pero aún así, me preguntaba: “¿Por qué vivir?
Al mismo tiempo, el Espíritu Santo me ayudaba a reaccionar, e imágenes de mi infancia surgían en mi mente: cuánto trabajó mi padre por mi; cuántas noches mi madre la pasó sin dormir por mi causa; cuanto trabajo tuvieron al bañarme, cambiar mis ropas, pañales, alimentarme; cuántas veces consolaron mis lágrimas y corrigieron mis errores; cuantos días cuidaron de mi cuando estaba enfermo; cuantas veces me acompañaron al médico o a la escuela, cuanto jugaron conmigo…
En todo eso, por no poder desapegarme de los errores y de los sufrimientos, yo no vía las gracias. Nada tranquilizaba mi corazón.
Yo sé, Padre, que Jesús también enfrentó dificultades: la persecución de Herodes, que mató tantas criaturas intentando alcanzarlo; la fuga a una tierra extraña, a las escondidas, entre muchas otras situaciones difíciles. Padre, ayúdame a que, como Él no guarde rencores.
Saca de mi todos los recuerdos tristes que tanto me atormentan. Te suplico, ayúdame a hacer nuevas todas las cosas. Sé que Tú, Señor, puedes aliviar el peso de nuestros recuerdos y curar los sentimientos heridos con Tu poder. ¡Ven a curarme, Señor Jesús!
Hoy quiero tomar consciencia que mi pasado es importante, pues es mi historia, más que olvidar los sufrimientos y humillaciones es una forma de perdonar y dar una oportunidad a todos los que me rodean y a mi mismo(a).
Ven, Señor, a liberar cada unas de las situaciones de sufrimiento por las que he pasado. Necesito recordar constantemente a mi mente que, a causa de ellas, fui capaz de madurar y crecer espiritual, emocional y psicológicamente. Lávame, Jesús, con Tu poder y restaura mi identidad, para que sea una nueva persona.
Pretendo, a partir de este momento, colocar mi vida afectiva bajo una mirada más optimista. Quiero superar mis traumas y mis dificultades de (describe tus dificultades; puede ser una dificultad de amor, de confiar en las personas, de ser aceptado por los otros, de romper con el pasado, etc.)
Quiero, Señor, entregar en Tus manos toda mi historia y olvidar lo que sufrí con relación a mi sexualidad, (mencionar los sufrimientos vividos en esa área, como abusos, práctica de la masturbación, pornografía, prostitución, malicia, desequilibrios, etc.)
¡Ven, Señor Jesús, a liberarme y curar todas las penas y tormentos!
También pido ayuda para superar mis miedos y los momentos tenebrosos que viví y enfrenté (menciona situaciones por las cuales has pasado, como violencia, desprecio, humillación, discriminación, rechazos, injurias, etc.) Señor, libérame de las tristezas del pasado, que hasta hoy me afectan y me asombran.
Muchas veces tuve miedo o vergüenza de mi historia y me escondí, pero ahora vengo a pedirte, Señor, libérame de los recuerdos dolorosos de la escuela, de todo lo que pasé con mis colegas de clase y profesores, de todo lo que hice a mis vecinos, de las peleas que provoqué, de las confusiones y de la rivalidad, de todos los errores relacionados al alcoholismo, a las drogas, al desacato a las autoridades.
Libérame, Señor, de mi pasado de mentiras, robos y deshonestidades, de lo que tengo vergüenza hoy. Libérame del peso de haber causado el mal a otros, de haber herido a las personas a mi alrededor y de haber destruido bienes ajenos.
Recuerdo mis enfermedades ocasionados por descuidos, por falta de vacunas, de prevenciones y medicamentos. Te pido, Señor, restaures mi salud en lo que fuese posible, a pesar de las limitaciones que puedo haberme impuesto a mi mismo, pues no quiero permanecer como un condenado.
Después de un noviazgo mal vivido o un noviazgo sin base cristiana, viene un matrimonio fundado solo en la búsqueda de placer y de bienestar, en la vanidad, en el orgullo, en las peleas, falta de respeto, agresividad y disputas de poder. Surgen los vicios, las traiciones y las heridas. Todo eso llevó a la destrucción de la afectividad, de la amistad y del respeto. Libera, Señor, nuestra vida de todo eso, pues necesitamos restaurar nuestras relaciones y liberarnos de estos sufrimientos.
Perdona Señor las veces que abandoné mi fe y las veces que dejé de rezar, ir a la Iglesia, de confesar mis pecados, de comulgar y leer Tu Palabra. Tuve vergüenza de decir que soy cristiano, por eso decía que era ateo: busqué el ocultismo, participé de sus fiestas y, desde entonces, me envolví en esa maldición y me volví prisionero (a) de sus rituales. Lávame, Jesús, y libérame de ese pasado oscuro, pues no sabía que mi sanación estaba en Ti.
Señor Jesús, Te agradezco por esas gracias que me concediste. ¡Restaura mi vida en el Espíritu Santo, haciéndome crecer en gracia y en santidad! Gracias, Señor. Amén. Aleluia.
p. Vagner Baia
Diversas oraciones de sanación y liberación
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