Filipenses 4, 4
San Pablo decía que los cristianos debemos tratar de mantener una actitud de alegría, aun cuando las cosas no nos resulten como quisiéramos. De hecho, en su breve carta a los filipenses, dice 15 veces que hay que alegrarse en todo momento, ¡y no olvidemos que Pablo estaba en la cárcel cuando escribió esta carta! Es claro que él no iba a dejar que las circunstancias le quitaran el gozo.
¿Cómo pudo Pablo mantenerse siempre alegre? Primero, porque bien conocía el amor de Jesús. En el capítulo 2 de esta carta, entona un hermoso himno en el que exalta la humilde nobleza de Cristo, que estuvo dispuesto a despojarse de su divinidad, hacerse hombre y morir para salvarnos (Filipenses 2, 7-8). Luego, en el capítulo siguiente, expresa: “Pienso que nada vale la pena en comparación con el bien supremo, que consiste en conocer a Cristo Jesús, mi Señor” (3, 8). El hecho de pensar en el amor inquebrantable de Jesús, un amor incondicional y que se da libremente, lo llenaba de alegría cada día.
En segundo lugar, el apóstol se alegraba por los filipenses. Ellos eran su gozo y su orgullo (Filipenses 4, 1); eran sus amigos queridos que se habían solidarizado con él por la causa del Evangelio (1, 5); se alegraba porque sabía que tenía hermanos y hermanas que lo amaban y lo apoyaban en su fe.
Todos pasamos por épocas de prueba y adversidad, pero Jesús nos insta a alegrarnos ya sea que el sol brille o no, y quiere que nos regocijemos especialmente ahora que nos preparamos para celebrar la Navidad. Si San Pablo estuviese aquí, él nos animaría a mantener las cosas en perspectiva, es decir, considerar la vida que llevamos con “los ojos” del amor de Dios; nos exhortaría a no dejarnos dominar por la incertidumbre, el temor o la inseguridad, sino más bien esforzarnos para mantener la paz en todo momento. Nos instaría a orar más en los momentos difíciles y dedicarnos decididamente a buscar razones para alegrarnos.
“Señor mío Jesucristo, ayúdame a no perder la alegría, especialmente frente a las situaciones difíciles de la vida.”
Sofonías 3, 14-18
(Salmo) Isaías 12, 2-6
Lucas 3, 10-18
Fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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