Será gloriosa su morada.
Isaías 11, 10
Cuando uno contempla la escena del Nacimiento ve la paja, los animales y al centro el Niño Jesús, el Hijo de Dios Altísimo, descansando en un pesebre. ¿Quién hubiera pensado que Dios iba a elegir esa humilde condición para hacer allí su gloriosa morada?
Deja, hermano, que esta verdad te llegue al corazón: Jesús, el Mesías, estuvo dispuesto a venir al centro mismo de nuestro mundo y nacer allí, en un establo sin pompa real ni desfiles de gala ni fanfarria, sin acompañantes nobles ni asistentes cortesanos, como lo hacen los reyes del mundo. Su sola presencia llenó de gloria ese establo.
Jesús viene cada día a nosotros con plena humildad, y entra en nuestras circunstancias ordinarias para hacer presente su gloria, y cuando lo hace, la vida se nos llena de gracia, tal como sucedió con el establo hace dos mil años.
Así como al nacer quiso hacerse presente en un lugar rústico, también se alegra de llegar al desorden de un hogar de clase trabajadora, y así como el pesebre estaba rodeado del ruido de los animales, Jesús no se molesta cuando los niños lloran o las relaciones son tensas y difíciles en la casa. Y así como vino a una familia desplazada y refugiada en una gruta, allí está también cuando nos sentimos desamparados o agobiados por la incertidumbre. Igualmente se hace presente en las celdas de la prisión y en las salas del hospital con la misma facilidad con que visita a una familia reunida a la mesa y a los fieles congregados en torno al altar. Jesús siempre es Emmanuel, Dios con nosotros, en los momentos de júbilo y en los de pesar, y cuando llega los llena de su gloria.
Jesús siempre viene a tu lado en cualquier situación. El mal olor del establo no pudo contrarrestar el esplendor de su presencia, y tampoco pueden tu indignidad ni tus faltas frustrar su gloria. Cristo te conoce personalmente y acepta toda tu vida y al hacerlo, le infunde gloria.
Así que, no tengas temor de recibirlo en tu alma. No pienses que eres indigno; no dejes que la vergüenza o el temor te impidan abrir la puerta de tu corazón. Él sabe lo que es vivir en un mundo demasiado humano e imperfecto, y cuando venga a tu casa y a tu vida, él lo cambiará todo simplemente por la gracia poderosa de su presencia.
“Señor mío Jesucristo, ilumina mi vida, para que yo sea para ti una morada digna.”
Salmo 72(71), 1-2. 7-8. 12-13. 17
Lucas 10, 21-24
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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