martes, 18 de diciembre de 2018

Meditación: Mateo 1, 18-24

Cuando José despertó de aquel sueño, hizo lo que le había mandado el ángel.
Mateo 1, 24

Como todos los judíos, José también esperaba la venida del Mesías, pero, claro, ¡jamás se imaginó que él sería quien lo recibiría en su casa! Sus planes eran muy diferentes y bastante más sencillos.

Por lo general, cuando pensamos en un santo como José, pensamos que nunca llegaríamos a ser como él, lo cual, en un nivel, seguramente es cierto, pues José desempeñó una misión fundamental en la historia de la salvación, y lo hizo en forma heroica. Pero si uno analiza el caso, todo lo que José realmente hizo fue poner por obra lo que entendía que Dios le pedía. No siempre fue fácil, pero él hizo lo mejor que pudo.

Hoy día tenemos la oportunidad de imitar la confiada actitud de obediencia de José. Por ejemplo, si tú piensas hacer una afirmación crítica o denigrante acerca de alguien que está ausente, pero tu conciencia te dice que no y decides no decir nada, es el Señor, que te pide que no te dejes llevar por la murmuración. O tal vez no has querido llamar a un amigo para disculparte por algo que tú hiciste, pero sientes en tu interior el impulso de hacer esa llamada; es el Señor, que te pide que no te dejes dominar por la inacción. Quizás estás en Misa y surge en tu mente el pensamiento de que Dios quiere que dediques un poco más de tiempo a la oración; es Dios que te pide que decidas llevar una vida de oración más constante.

Por supuesto, no siempre se puede saber cuál va a ser el resultado cuando uno decide acatar esas inspiraciones de Dios y ponerlas en práctica, y muchas veces las cosas que suceden no son las que esperábamos. ¡José lo sabe bien! Pero, si seguimos sus pasos, veremos que cuando nos dedicamos a confiar en el Señor y aceptar su guía, la vida puede resultar difícil, pero siempre es satisfactoria.

Tal vez uno nunca sepa lo que Dios va a llevar a cabo a través de uno; pero podemos tener la certeza de que, si no seguimos el ejemplo de José, probablemente no lograremos experimentar la alegría y la satisfacción que él tuvo. La obediencia a Dios no tiene que ser complicada, ni se supone que sea una carga pesada; porque es, en realidad, nuestro deber.
“Padre celestial, enséñame a ser como José, para ponerme en tus manos y aprender a hacer tu voluntad.”
Jeremías 23, 5-8
Salmo 72(71), 1-2. 12-13. 18-19
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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